Solo Blog - Top Sites

lunes, 22 de junio de 2009

De las colonias a las tiranías: crisis social y surgimiento de un nuevo poder

Durante el período comprendido entre el 750 y 550 tuvieron lugar y tiempo los distintos factores que a juicio de hoy caracterizaron el arcaísmo pleno. Vuelve el ciclo de necesidad que anteriormente había recorrido tierras e inspirado acciones similares en la época de la expansión micénica. Necesidad de desplegar el potencial productivo de las comunidades que reflejaban su estatus en el trabajo y en la posesión de tierras, o la iniciativa de ir a la mar en busca de nuevos horizontes, siguiendo la estela de los héroes homéricos. La colonización griega es la plasmación fáctica del mito que dio luz a aquellos pueblos en una etapa de luces y sombras en su transición hacia la madurez clásica. Veamos cómo el orden social empezó a cambiar en un tiempo relativamente escaso, aceleración histórica que responde a razones económicas. En este punto, la grecia del siglo VIII a. C., identificamos el nacimiento de la primera burguesía de la historia, manufacturera y comerciante. Entonces la calidad de vida aumenta en toda la Hélade y se produce - una vez más - la eclosión demográfica cuyas muestras principales son los excedentes agrícolas y el florecimiento de talleres de cerámica y otros productos artesanos. Era una actividad concentrada en los hábitats urbanos, la cual permitió al hombre libre vivir sin estar sujeto al trabajo como jornaleros en las tierras de los grandes señores. De este modo empezaron a acumular riqueza, y surge una nueva fuerza social que se tradujo en una cierta emancipación ideológica. El orden sociocultural hasta entonces regido por la eximia presencia y el absolutismo de los Aristoi había encontrado un foco de inspiración divergente respecto al patrón de origen. Se abre el camino - a partir de ésta transformación socioeconómica y del modo de producción - hacia el cambio político, en un primer paso. La capacidad productiva de individuos y de comunidades aumentó y se hizo necesaria la aparición de la moneda como objeto de valor correspondiente con los activos en circulación, cuyas utilizaciones más inmediatas fueron la fiscalidad y el desarrollo de las obligaciones e instituciones ciudadanas (liturgias, gastos públicos, tasas...), la financiación de mercenarios, intercambios privados dentro del ágora ciudadana, y la moneda, en fin, como signo y emblema cívico de la vida en la “polis” griega.

Las costas del mediterráneo esperaban fértiles y estratégicamente situadas en el mapa civilizador que siglos antes habían perfilado los micénicos, siendo así que la colonización griega supone un nuevo ciclo expansivo de una misma potencia subyacente al curso de los siglos en el clima, la geografía y el espíritu que impregnaba el Egeo de Ulises y Aquiles. Un propósito comercial unido a la tradición legada por Homero, aunque cabe indicar un esquema preciso que exponga las causas de la colonización efectuada a lo largo y ancho del mediterráneo. El factor agrícola y demográfico, quizá el más relevante, enfatiza la necesidad de hallar y conquistar nuevas tierras ante un aumento demográfico que hacía insuficientes a los lotes de tierra que por tradición heredaban las familias para su explotación, además del acaparamiento de tierras por parte de los poderosos. Había que buscar tierras lejos de la ciudad de origen, formar “apoikias” (comunidad autónoma agraria, independiente de la metrópoli y con su respectiva ceremonia de fundación) en terrenos adecuados atendiendo a su extensión y calidad. Los comerciantes, por otro lado, necesitaban establecer centros y vías de comercio para la adquisición de materias primas, fundamentalmente metales y cereal, y abrir nuevos mercados para introducir los excedentes de vino, aceite, cerámicas y otros objetos de lujo. Paulatinamente, con la progresiva ocupación de tierras nacieron nuevas ciudades-estado griegas inmiscuidas en la idiosincrasia derivada de un culto centralizador y una posición diferenciada respecto a la polis de origen, pero cohesionada en la koiné que en todo tiempo y lugar los hacía partícipes de una cultura global. Varias fueron las consecuencias de la colonización griega: económicas (incremento y desarrollo del comercio con la adquisición de una mayor abundancia de materias primas y multiplicación de mercados exteriores. Los griegos exportaban productos manufacturados). Toda esta actividad supuso la mejora en la construcción naval, la pérdida total de la autarquía para aquellas ciudades que aún mantenían un régimen económico atrasado y la apertura de nuevas rutas comerciales que todos aprovecharon. No obstante, al parecer no hubo una política comercial concertada y organizada entre todas las ciudades. Surge el comerciante libre, expresión de individualismo en su inicativa y capacidad productiva. Libre y dispuesto a conquistar cimas de poder en una sociedad cada vez más abierta. La expansión de los méritos individuales tendrá consecuencias en todo el orden social. Esta burguesía será la promotora de las clases más desfavorecidas, las cuales representaban el origen de una carrera que hacía responsable a la nueva clase comercial del devenir abierto ante el conjunto de ciudadanos. En cuanto a las consecuencias de orden social, las ciudades nuevas podían avanzar desligadas en cierto modo de la tradición y de la ciudad de origen, apareciendo nuevas instituciones y nuevos cultos consecuentes de fenómenos de sincretismo cuyo origen se halla en la convivencia establecida con los indígenas habitantes de las tierras ocupadas. El espíritu de la koiné no permitía la plena emancipación cultural, pero sin duda el contacto con tribus ajenas al mundo griego contribuyó a configurar un ecumenismo desde el que patentaron la supremacía de su tradición. La cultura griega estableció su hegemonía en todo el mediterráneo sin demasiadas dificultades teniendo en cuenta su superioridad manifiesta en la riqueza de sus ornamentos y la homogeneidad del paisaje y el clima en un ámbito territorial que da lugar a unos mismos dioses con distintos nombres. Pero - al trasluz de este fenómeno expansivo - en la “polis” crecía la tensión social entre las dos posiciones más alejadas; la aristocracia comenzaba a afrontar el descontento de las clases más desfavorecidas que veían su posición colindante con la esclavitud, inevitable consecuencia del abuso de poder por parte de los grandes terratenientes. Las transformaciones en agricultura, además, provocaron la llegada desde las colonias de un cereal de mayor calidad y más barato. Igualmente los jornaleros (Thetes) se veían afectados por los abusos de una aristocracia que concentraba en sí misma los cargos públicos, civiles y religiosos, ejercían e interpretaban la justicia a su antojo y ocupaban los principales puestos en el ejército. Las crisis son el signo de grandes cambios que se avecinan. Siempre ha sido así. Pero no siempre las élites salen reforzadas. Las mejoras técnicas posibilitaron el auge de los artesanos y comerciantes que basaban su riqueza en el trabajo y la producción, y no en la tradición gentilicia y en la veneración de ascendientes divinizados. Ya desde la antigüedad, el desarrollo tecnológico va a la par con la cada vez mayor influencia y posterior hegemonía de una clase media en origen que puede alcanzar progresivamente cotas de poder inimaginables para cualquier heredero de sangre azul. Fueron estas clases medias adineradas las que ofrecieron su renovado papel en favor de los más débiles, sabiendo que su mayor poder adquisitivo se tradujo en la reclamación del derecho a participar en la política y las instituciones cívicas de la “polis”. El auge de las clases medias amenaza el monopolio que disfrutan las élites. Aquella expansión demográfica, junto con un tejido de relaciones públicas y diplomáticas tendente a una mayor complejidad, inclusive los posibles enfrentamientos entre distintas ciudades, indujo una nueva forma de combatir y una nueva milicia de masas. El ejército hoplita (formado principalmente por campesinos independientes que podían costearse el equipo militar) combatía con armamento pesado (armadura, escudo, espada corta y lanza) y utilizaba una nueva técnica de combate en formación para una mayor eficiencia en la defensa. Anteriormente, la aristocracia guerrera asumía estas funciones, pero siguiendo un modelo de caballería muy distinto al modo de proceder de los hoplitas, usando el carro y el caballo. La institución del ejército hoplita supuso para las clases medias-bajas una toma de conciencia de que ya no necesitaban a los aristócratas del modo en que hasta entonces los habían necesitado para sentirse protegidos y defendidos ante la amenaza de algún ejército externo a su circunscripción. Disminuía, por tanto, la concentración del poder en el orden ciudadano y la sociedad abría sus instituciones a un mayor número de componentes. El orden jurisdiccional empezó a dilatarse ante la necesidad de construir un gobierno atento a una mayor amplitud y profundidad en el desarrollo de las necesidades. Pronto se hizo necesaria una legislación escrita y convenida entre todas las partes implicadas en la vida ciudadana. Sin embargo estos avances no pudieron aplacar el descontento en la “polis” y es entonces cuando aparece la figura del Tirano. Solía ser un miembro de la aristocracia, hostil a la misma, que alcanza el poder político mediante el uso de la fuerza militar (podía ser, de facto, un líder militar que usurpaba el poder). En ocasiones pudo ser un magistrado que transforma su poder legítimo en tiranía. El Tirano era un demagogo que se autoadjudicaba la defensa y el liderazgo del pueblo contra la opresión ejercida por los aristócratas. Respetaba la constitución y colocaba en las magistraturas a representantes leales a su persona, siguiendo además una política económica enfocada a atender las necesidades del campesinado. Confiscaban tierras de la nobleza para repartirlas entre los más necesitados e impulsaron la vida laboral mediante obras públicas, lo cual fue una forma muy efectiva de proporcionar trabajo y de remodelar las ciudades con magníficas obras de ingeniería. La artesanía y el comercio fueron baluartes en la política expansiva de los tiranos además del saneamiento de la hacienda y la cancelación de deudas. En política exterior practicaron una diplomacia que favorecía su prestigio en el exterior, la cooperación en las actividades mercantiles y todo aquello que reforzara un poder efímero. Así pues, las tiranías fueron un fenómeno limitado en el tiempo, la transición necesaria en tiempos de crisis social y la fuerza que mostraba oposición frente a la oligarquía aristocrática. Una vez restaurado el orden, el pueblo exigía la vuelta a un gobierno regular donde el poder no fuera ejercido por un solo hombre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

Directorio de Web's y Blog's