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miércoles, 15 de abril de 2009

¡No seáis videntes del futuro, comprended el futuro!

Las noticias vuelan, pero menos raudas que el ritmo de los hechos por lo común aceptados. Este año 2009 es una posición que nos enfrenta a una encrucijada visible para cualquier individuo. Los políticos pronuncian frases que amortiguan la inquietud y empiezan a crear un espejismo que - en este momento - es la imagen del becerro de oro que todos quieren preservar. La pregunta es: ¿hasta cuando durará el engaño?. Ese irracional acto de fe que hoy nos piden las élites políticas e ideológicas de nuestro tiempo, como ya especifiqué en otro lugar, supone la misma tragedia que cuando los hombres de la antigua sociedad estamental quisieron, contra toda razón y lógica, mantener en el centro del universo al Dios personal que era causa y justificación del orden jerárquico. Hoy la palabra es "Confianza". Confiar en el milagro de la ingeniería financiera y en una idea fanática: que el crecimiento de nuestro sistema productivo es ilimitado. Vamos a cambiar nuestro tiempo (que es lo mismo que cantar, como hacía Dylan, aquello de los tiempos están cambiando), pero hay y habrá resistencia a aceptarlo. De igual modo parece que casi nadie quiere decirnos con claridad que lo que sucede es que estamos llegando al final de un ciclo histórico. Este cruce nos va a exigir reestructuraciones en distintas esferas del tiempo que vivimos. Ello implicará hechos traumáticos ante los cuales solo podrán sobrevivir y ser dignos de su tiempo los individuos más autónomos y cultivados en el arte de administrar sus capacidades y necesidades según las circunstancias.


Si quieren comprender una parte sustancial de la encrucijada en la que estamos metidos, vean y escuchen esta entrevista al catedrático en estructuras económicas Santiago Niño Becerra, desde la televisión de Catalunya. No fijen su atención en las quinielas y demás pronósticos. Los profetas son inútiles. Fíjense, mejor, en el trasfondo de sus palabras. Es una de las pocas mentes que esta alzando su voz en los medios para decir lo que a la mayoría democrática (la redundancia es intencionada, quede constancia) no le interesa que se diga. Por eso, la entrevista que ahora adjunto no tiene precio.¡Comprended el futuro!. Es decir, el presente:

domingo, 5 de abril de 2009

La corriente de los siglos: el sueño y la secularización (y II)

En esa transposición del objetivo hacia el que se dirige el esfuerzo humano nos topamos con una expresión principal de la filosofía existencialista. Ver a el hombre arrojado hacia sí mismo significa que confunde su visión con la estructura completa del mundo. La metodología científica y el rastreo del mundo físico emiten señales de alerta. En la física de vanguardia aprendemos que el canal mediante el cual definimos nuestra situación en la totalidad - los sentidos - es un generador de sensaciones traducidas a partir de la Realidad. Una realidad que no existe fuera de los esquemas de comprensión habitualmente utilizados en epistemología. En última instancia, la consciencia, auténtico generador de Imágenes (formas y significados), determina nuestra relación con lo que somos - la comprensión del mundo - y esta sometida a las múltiples operaciones de la Realidad. ¿Cómo podemos pretender la conquista del mundo si solo somos una operación de un flujo que sobrepasa nuestro entendimiento?. Al concentrar toda la energía en el trabajo mundanizado - guiados por las directrices de las élites en cada tiempo y lugar - efectuamos una exploración circular, generando interrogantes frente a la constancia de un terreno vedado. Una vez más, solo obtenemos un proceso acumulativo. ¿Dirección?. ¿Significado?. Sí, los hay, pero tantos como criaturas que nacen cada día. Cada individuo significa un resultado de operaciones incalculables. Imposible, por tanto, aplicar un patrón sistémico que permita la realización de todos ellos en un mismo punto temporal. No existe una moral, una ética, un orden y una aplicación científica válidas para todos nosotros.

Secularización, en su origen etimológico, significa expropiación de bienes eclesiásticos que pasan a formar parte de la estructura de poder laica. El acto jurídico será la potencia ideológica mientras que la institución religiosa y la institución laica plantean - durante siglos - una oposición figurada que simplemente escenifica la tensión entre los dos polos (fósiles) sobre los que surge el sincretismo institucional de la modernidad. La reestructuración jurídica fue la expresión terrenal de la metamorfosis de esa substancia histórica . El objetivo era el mundo desligado de lo divino, pero la sed perfectibilista encauzó el nuevo orden. ¿Fue un desprendimiento de la fuerza originaria (la fe) para dar paso a las capacidades humanas?. No. En todo caso, fue otra forma de concebir y canalizar dichas capacidades. La fe sigue inamovible desde entonces y hasta nuestra época. Ahora se habla de fe en el progreso. Y la idea de progreso constituyó otro aspecto de la violación del orden natural. La naturaleza no progresa, se multiplica y cambia. El humán lo llama evolución, un concepto similar al de progreso. Pero no olvidemos que somos contingencia y presencia en el árbol infinito de la vida, siendo únicamente una rama más dentro de esa multiplicidad biológica. El progreso es una consigna cultural avanzada. Se trata de mejorar las premisas para mejorar nuestra civilización. En consecuencia, conspiramos para abolir la contingencia y la presencia en una posición trivial en el árbol de la vida. Mediante esta escatología (un mundo mejor, un nuevo orden financiero, una nueva respuesta global, un nuevo orden mundial) aceleramos la Historia en contra del tiempo natural, y creamos el tiempo humano. Esta es la Gran Conspiración de cuya existencia muchos dudan, otros la niegan rotundamente, otros la intuyen (quieren intuirla, quieren creer que es verdad) como justificación a sus paranoias, y los más inteligentes la perciben como si ésta fuera una especie de fuerza global y abstracta que rompe cualquier criterio convencional a la hora de construir una explicación coherente sobre ello, lo cual no significa que la Historia encierra un misterio profundo en torno a fuerzas oscuras que operan entre bastidores...

Dios se transmuta en mundo cuantificable y perfectible. Y entonces el humán comienza a relacionarse con su realidad mediante la fe en lo absoluto e ilimitado. El mundo había ocupado el trono de Dios. Sería una blasfemia negarle atributos divinos. Este es el germen del cientificismo, que no es otra cosa que la secularización de la fe cristiana. El cientificismo nos impone un único método de conocimiento y unos tratamientos médicos que, por absolutos, han de ser útiles para todos los individuos sin excepción. Y, también, de la irracional idea de pensar en un crecimiento económico infinito, en contra de los recursos disponibles y de las operaciones pautadas en la naturaleza. Si en la edad media la infinitud de Dios era un atributo consolador frente a nuestro pecado, la modernidad vislumbró la infinitud del mundo y sintió los terrores de Pascal frente al vacío de esos espacios eternos. Veamos cómo lo expresa George Charpak en su libro, del cual es coautor, “Sed sabios, convertios en profetas”:

La invención del anteojo astronómico , al que siguieron los primeros telescopios, iba pronto a zanjar los litigios de la astronomía confirmando la inmensidad del universo. Una auténtica sensación de agorafobia invadió entonces a algunos espíritus, cuya angustia se expresaba muy bien en este breve pensamiento de Pascal: “Me espanta el silencio de esos espacios infinitos”. Nótese que espantar tenía entonces el sentido que damos a “aterrorizar”. Y nótese también que lo que espanta a Pascal es el silencio. No es el físico quien habla, por más que fue él mismo quien demostró la existencia del vacío y que esto siga siendo uno de sus títulos imperecederos de gloria. El vacío es, esencialmente, un lugar de silencio [...].
La cuestión es más profunda aún en el caso de Pascal porque, si no, él hubiera hablado de la causa (el vacío) y no del efecto (el silencio). Lo que quiere decir que es el místico, no el sabio, quien expresa su angustia. Porque, ¿dónde oír la palabra de dios en la inmensidad del vacío?. Poco a poco, esa desmesura del universo será percibida por un creciente número de individuos. Hoy se ha hecho evidente, pues todo el mundo ha podido ver fotos prodigiosas de galaxias y quásares, o los velos de nebulosas proyectadas al vacío por estrellas moribundas, mientras otras estrellas se disponen a nacer.

¿Qué es pues el hombre en el inmenso universo y cómo puede pretender conocerse a sí mismo?. ¿Cómo no reconocer que, desde Copérnico, las religiones y filosofías se pierden en un espacio que se ha hecho demasiado vasto para ellas y que ninguna revelación había dado pie a presentir?. ¿Qué conciencia puede considerarse indemne de esta herida, si no es por encontrarse aletargada a causa de la somnolencia?.



Parece, pues, que en el camino del conocimiento hemos vuelto a tropezar contra los espejismos ( atención a Richard Dawkins) que el humán quiso evitar en la era moderna. Dichos espejismos no son el resultado de un error epistemológico. El silencio aterrador al que se refiere Pascal es la respuesta del universo a la interrogación. No hay respuesta, solo vacío y soledad. Alguien debería ahora escribir un libro divulgativo que bien podría tener como título “ El espejismo del mundo”. Sería un libro tan aterrador que solo las mentes muy preparadas podrían sobrevivir a su lectura. ¿Quién es capaz de mirar a su alrededor, comprender los mecanismos de la Gran Maquinaria alimentada por todos nosotros por causa de nuestra ceguera, darse cuenta del fraude que nos gobierna y asumir la percepción mística de Pascal sin desmoralizarse y dar fin inmediato a su vida?. Esa es una posición a la que se acerca - y mira con temor - el humán situado en la encrucijada de los tiempos.



*Base bibliográfica: Die Legitimität der Neuzeit (La legitimación de la edad moderna), Hans Blumenberg. Ed: Pre-textos.
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