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jueves, 29 de octubre de 2009

La Tradición Iluminista: ¿un plan para la Historia moderna?





Ciertamente como la naturaleza creó hermandad en familias, y como las artes mecánicas contraen hermandades en comunidades, y la unción de Dios indujo en modo supremo una hermandad de reyes y obispos, así en la ciencia no puede haber más que una fraternidad del conocimiento y la iluminación, relacionada con la paternidad que se atribuye a Dios, quien es llamado Padre de la Iluminación o de las luces.

Francis Bacon, El avance de la ciencia, 1605.







Comprender la aceleración de la Historia sufrida durante los siglos recientes es una tarea pendiente de hallar un método y una clave que clarifiquen las causas de un asombroso fenómeno histórico. La historiografía recoge los fenómenos sociales y políticos que irrumpen en un primer plano cronológico. Parece hablar de movimientos consecuentes, acciones inmediatas que nos muestran el significado del suceso sin explorar las iluminaciones que lo han inspirado. Y es que, ciertamente, resulta incómodo pensar en lo que el progreso científico y técnico nos ha aportado para, en última instancia, vernos arrastrados a reconocer la relevancia de los mitos en la génesis de la modernidad. Pájaros que quieren ser algo más...

Situados a caballo de los siglos XVI y XVII, hallamos una Europa sumida en las tensiones entre los países guiados por la familia imperial de los Habsburgo - partidaria de la Iglesia de Roma - y la facción protestante que se articula en torno a la Iglesia anglicana de Inglaterra. El protestantismo supone una reforma ideológica animada por la nueva perspectiva teológica del sujeto cognoscente. Este puede ahora crear realidades al margen de una autoridad unívoca. Y, sin quererlo en origen, la Reforma impulsó el trabajo de los Magos, los primeros tecnócratas auspiciados y protegidos en los ambientes del palacio. Mientras, el catolicismo continuaba alimentando la hoguera para condenar a cualquier explorador de la materia o del espíritu. Y así penetramos en un tiempo de misterios, de extraños movimientos intelectuales y esotéricos de los que no podemos identificar con exactitud cuáles fueron las distintas semillas esparcidas por todo el ámbito europeo. Hallamos indicios en España, Francia, Italia, Alemania e Inglaterra. Pero sobre todo Alemania e Inglaterra, el verdadero centro de una Reforma que atraviesa los siglos hasta llegar a nuestros días. En Inglaterra, la reina Isabel de la dinastía Estuardo aglutinaba en torno a su palacio a artistas e intelectuales que integraron sus actividades en la Orden de la Jarretera, un grupúsculo de caballeros místicos cuyo símbolo era la cruz roja de San Jorge. Cerca del núcleo alemán, por su parte, el mago matemático y cabalista John Dee organizaba conciliábulos en la región de Bohemia, y desde allí, mediante canales y vías poco conocidos, expandió su influencia hacia el Palatinado germano. Previamente, John Dee fue uno de los pensadores más influyentes en la corte de Inglaterra. En el año 1613 se celebró el matrimonio entre Isabel de Inglaterra y Federico del Palatinado, jefe de los protestantes alemanes, constituyendo así una alianza entre las naciones partidarias de la Reforma y situando su centro estratégico en el castillo de Heilderberg. Ello implicaba un trasvase de los tesoros del renacimiento, los clásicos y los arcanos guardados en los castillos ingleses fueron puestos a la luz de los magos de centroeuropa, uniéndose a la iniciativa de la Orden de la Jarretera. En este momento de la Historia, por tanto, tenemos una fusión de las distintas corrientes esotéricas y tecnico-científicas auspiciada por los monarcas de Inglaterra y Alemania. El castillo de Heilderberg poseía un bello paisaje de jardines velados por misteriosas estatuas parlantes y fuentes de agua que emitían sonidos celestes, fruto del trabajo del mago De Gauss; la técnica puesta al servicio de una ensoñación, y entonces es magia lo que hoy llamamos simplemente tecnología, pues aquel castillo parecía sacado de un cuento de hadas, primer laboratorio de autómatas y simulacro de inteligencia artificial. Solo que en el contexto palatino era un modo de crear misterio y poesía, tal vez el atributo que diferencia a un mago de un científico, siendo ambos dos aspectos de un mismo conocimiento.


Añadamos otros nombres de los iluminados que forman parte de este movimiento en torno al Palatinado: Juan Valentín Andreas, Roberd Fludd, Michael Maier. Ellos, junto con el enigmático John Dee, compartían su devoción por la cábala y la alquimia de tradición medieval y renacentista, además de los conocimientos de geometría clásica, imbuidos en las obras de Marco Vitruvio. Y llegados a este punto, retenidos los nombres de los Magos y principales artífices, abordemos uno de los aspectos más extraños de la historia moderna. Un aspecto que se concreta en la publicación en Alemania de dos manifiestos -el uno titulado la Fama Fraternitatis y el otro la Confessio Fraternitatis - conocidos generalmente con el nombre de Manifiestos de la Orden Rosacruz, haciendo referencia al nombre de la supuesta sociedad secreta que los escribió y expuso a la opinión pública en los años 1614 y 1615. Dichos manifiestos se inspiraban en los caracteres más puros de la piedad cristiana, personificando ese arquetipo en la figura de Christian Rosenkreuz, un sabio iniciado durante un viaje en oriente, fundador de una sociedad encaminada al trabajo en ayuda de los desfavorecidos, la caridad y la curación médica. Suponía, por tanto, una prolongación de la mitología medieval en la Europa cristiana dentro de las fases previas a la era de la ilustración, con la diferencia de que aquellos manifiestos ponían especial énfasis en la necesidad de una profunda reforma social en todo el mundo, en particular la educación y el avance del conocimiento. También hacía hincapié en los aspectos milenaristas del judeocristianismo, queriendo inaugurar una edad dorada de la civilización, entendida como el retorno al Edén. En definitiva, la construcción de Un Mundo Perfecto guiada por sociedades de iluminados que creen haber vislumbrado el Fin inmanente en la Historia. No existe ningún documento histórico que demuestre que dicha sociedad rosacruz existió realmente, y en cambio sí tenemos indicios suficientes para atribuir la redacción de los manifiestos a los seguidores de la tradición hermética, científicos y reformadores que formaron parte del movimiento intelectual que creció en torno a la unión de las monarquías protestantes de Inglaterra y Alemania. El propio Juan Valentín Andreas afirmó el carácter ficticio o de “broma” de la sociedad rosacruz, y además parte de su corpus simbólico y esotérico - asi como el de John Dee y su obra Monas Hieroglífica - se puede identificar claramente en el texto rosacruciano. Del mismo modo las contribuciones o interconexiones del ideario de Robert Fludd y Michael Maier se integran en esa corriente intelectual - secreta, o sencillamente discreta - que utilizó el mito de la hermandad rosacruz para ocultar su iniciativa de Reforma universal, operando con la necesaria discreción en una época de inquisiciones y condenas contra todo hereje que impulsara ciertos conocimientos calificados como demoníacos, desde la magia cabalística hasta la matemáticas de aplicación práctica que John Dee había desarrollado. Y lo cierto es que cuando uno lee los dos manifiestos rosacruces o los testimonios de los estudiosos de la época que sintieron atracción por el misterio rosacruz, percibe el carácter etéreo de ese autodenominado Colegio Invisible, su lejanía del mundo, más bien como ángeles o seres de otra realidad que velan por la humanidad y el progreso ético y científico. Estamos hablando, en conclusión, de una ficción elaborada con el propósito de desviar la atención respecto a las personas que querían impulsar la Reforma Universal desde la discreción y - al mismo tiempo - condicionar, manipular, influir, exhortar o preparar a la opinión pública de la Europa del siglo XVII de cara a grandes cambios en el orden religioso y material del mundo. A nivel religioso, la creación de una espiritualidad universal que aglutinara a todos los individuos y a todas las naciones. A nivel material, el desarrollo del poder de la mente humana sobre la materia, y un avance de la ciencia en su vertiente práctica como nunca antes se había visto en la Historia. La guerra de los Treinta Años, no obstante, estalla en el año 1618 y ello supone la destrucción de ese proyecto subterráneo que se sostenía en la alianza y la protección de la reina Isabel y su esposo Federico. Pero, a fin de cuentas, aquí importa el hecho de que, efectivamente, desde mediados del siglo XVII y, sobre todo, durante el siglo XVIII, siglo de iluminaciones y de la Razón ilustrada, Europa vivió una revolución del conocimiento científico que desembocaría en las dos revoluciones industriales y en el mundo tal y como hoy lo conocemos. Y más inquietante todavía es comprobar que la misma ficticia y etérea Hermandad Rosacruz ha transmutado (multiplicada en distintas ramas sectarias) algunas de sus formas y contenidos para reaparecer, actualizada, en los siglos XX y XXI, como veremos más adelante.

Debido a la abundante literatura sensacionalista que se ha inspirado en el misterio rosacruz, los historiadores serios suelen retroceder ante los interrogantes que este nos plantea. Lo importante, insisto, es que esa ficción amaga un movimiento subterráneo de carácter místico-científico, el cual fue la primera causa que propició el camino hacia la sociedad hipertecnificada que ahora disfrutamos. ¿Tiene cabida la duda en torno a la posible existencia de una sociedad, invisible pero real, que desde la sombra ha ido configurando la Historia a partir del siglo XVII, siendo los manifiestos rosacrucianos la primera señal palpable de esa Historia oculta?. Hay unos pocos indicios a favor de esa posibilidad. Un ilustre pensador como Michael Maier, por ejemplo, aseguraba en sus obras Silentium post clamores y Thermis aurea que la sociedad rosacruz era real - aparte de la mixtificación dada en los manifiestos - y que él mismo había contactado con algunos de sus miembros. Y el cabalista Elias Ashmole escribió una carta dirigida a los miembros de la fraternidad secreta, e incluso pedía ser admitido en la organización. Sin embargo, estos testimonios solo demuestran la conformidad y el interés que estos magos y pensadores sentían ante la promesa y la Utopía sobre el nacimiento de una nueva aurora en la Europa devastada por el orden inquisitorial, los enfrentamientos de unas naciones contra otras y las guerras de religión. Obviamente, cada lector puede interpretar estos hechos según su parecer, pero valga decir que el concepto de sociedad secreta, como tal, no es falseable, y por tanto entraríamos en la simple especulación, insulsa desde nuestra óptica historiográfica, la cual se queda asombrada ante los misteriosos orígenes de la modernidad ilustrada. Ciertamente, a pesar de la tragedia que implicaba el estallido de la guerra de los treinta años, en el año de 1660 nacía en Londres la Royal Society, una sociedad de pensadores y científicos inspirados en la utopía rosacruz. La Royal Society de Londres fue, ni más ni menos, la materialización del Colegio Invisible ante la vida pública, siendo Theodore Rank ( ciudadano inglés procedente de Alemania, cuna del movimiento rosacruz) uno de sus principales instigadores, y era la perpetuación de aquél proyecto que en décadas anteriores comenzó su andadura en torno al selecto club de intelectuales apoyados por la monarquía del Palatinado. Y aquí hallamos otra clave; cabe interpretar la ficción de la fraternidad rosacruz como una exhortación a la creación de sociedades formadas por los mejores eruditos, ya fueran discretas o abiertamente públicas, como fue el caso de la Royal Society. El secretismo de los conciliábulos, lógicamente, se hacía necesario para poder impulsar los proyectos sin verse amenazados por la inquisición católica. Este es seguramente el razonamiento que mejor explica la posible proliferación en Europa a partir del siglo XVII de reuniones secretas de eruditos, y la relevancia que dichas sociedades han tenido en los avances de la ciencia moderna. El conocimiento tenía que avanzar discretamente, a salvo del Imperio religioso del dogma católico, el cual no estaba dispuesto a perder su influencia y su poder. De ahí que resulte inevitable deducir que la principal y más popular de entre todas las fraternidades de carácter esotérico, la Masonería especulativa moderna, tuvo su origen en el mismo movimiento rosacruz, y según apunta Frances Yates en su libro The Rosacrucian Enlightenment, la fraternidad rosacruz pudo ser una ficción que escondía la aparición de un movimiento “proto-masónico”. Por tanto, la Masonería inglesa y oficialmente establecida a partir del siglo XVIII era la depositaria del legado de pensadores rosacruces como John Dee, Juan Valentín Andreas, Robert Fludd y Michael Maier. Todos ellos, rosacrucianos y masones, adoraban (aunque solo fuera en la esfera de los símbolos y los arquetipos) al Gran Arquitecto del Universo, y partiendo de su magia cabalística pudieron emprender la tarea de arrojar luz sobre el mundo natural. Aquí empezó a desarrollarse la filosofía natural moderna. Y también la creación de una religión universal que abriría las puertas hacia la nueva era. Pero continúa latente el pálpito de una cuestión que agranda el misterio sobre por qué nuestra civilización moderna - tan racional y pragmática - fue configurada por iluminados esoteristas en pos de una Utopía perfectibilista: ecumenismo, armonía, comunión entre el hombre y los seres celestiales, fraternidad entre las naciones, nacimiento de una nueva humanidad, un nuevo orden mundial... Estos conceptos están hoy más vigentes que nunca, y sin duda el legado rosacruz permanece, al menos, en las formas que sus profetas contemporáneos utilizan en las campañas mediáticas. Luego volvemos sobre ello.

Una mirada panorámica nos permite descubrir la esencia subyacente a esta breve pero trascendental historia. Me refiero a la utilización de los mitos populares con el objetivo de moldear las conciencias de la plebe. Ya desde la remota antigüedad, brujos, chamanes y, en fin, las élites del sacerdocio y del poder económico concentrado en el templo, utilizaban el miedo a los dioses o a las diversas entidades malignas como método de control social. El movimiento rosacruz es una historia sobre una élite de eruditos que comienza a configurar el futuro utilizando los mitos cristianos. A esos mitos corresponde precisamente la construcción del perfil de Christian Rosenkreuz. De igual modo, las profecías y los profetas pueden ser un instrumento que predispone a los ciudadanos enfrentados a un ambiente milenarista de grandes cambios, y esa predisposición puede favorecer el curso de los cambios que la élite quiere imponer . Juan Valentín Andreas - tal vez el principal creador de los manifiestos - realizó estudios sobre la “Naometría”, una compilación de profecías escritas en al año 1604 por Simón Studion. Se trata de una cronología de acontecimientos importantes, a modo de predicciones que anteceden los avances históricos que aquellas élites de eruditos anhelaban en su camino hacia la nueva edad de oro. Concretamente, Studion señaló el año de 1620 como la fecha de la caída del Papa y del poder mahometano, lo cual era entendido como el fin de las grandes religiones monoteístas que habían dividido a la humanidad. Tal cosa no sucedió en la fecha exacta indicada por Studion, pero en 1618 comienza la guerra de los treinta años que arruinó el proyecto del Elector Palatino en Bohemia, animado por la expectativa del fin del milenio. La creencia en las profecías influyó negativamente en los mismos ideólogos que las promulgaron, intentando aprovechar su influencia en beneficio de sus ideales. Cabe destacar, a fin de cuentas, que las profecías en sí mismas también pueden ser un instrumento de control social que incide en el aspecto irracional del pueblo, e incluso en el de los principales jefes de estado. Igual en el siglo XVII que en el XXI, el pensamiento supersticioso y la necesidad irracional de anticipar el futuro sigue motivando a las sociedades impregnadas de milenarismo judeocristiano.
¿No es acaso demasiado difusa la línea que separa el supuesto pensamiento mágico, de la razón ilustrada y el positivismo que son la base filosófica de nuestra casi inmediata tecnocracia?. ¿Por qué las bases de la filosofía natural no hubieran existido sin una tradición de magia renacentista como punto de partida?. ¿Por qué fueron los magos, iluminados y profetas los creadores de unos sistemas de pensamiento que - con el devenir histórico - han forjado la ciencia moderna, la cual ha desestimado por completo a la tradición hermética de la que surgió?. René Descartes, durante sus andanzas en Bohemia, dijo tener sueños en los que se le reveló la importancia de las matemáticas a la hora de descubrir los secretos de la naturaleza. ¿Una revelación en sueños?. ¿ No estaría metaforizando, y realmente había adquirido esos conocimientos por sus contactos con las sociedades secretas cercanas al Palatinado?.


Francis Bacon, en su libro El avance de la ciencia, publicado en 1605, se quejaba del deplorable estado de la filosofía natural. Su trabajo intelectual se diferencia en muchos aspectos al movimiento rosacruz, aunque su conexión con el círculo de eruditos apadrinados por la reina Isabel es bastante conocida. En realidad, cuando hablamos de tradición hermética frente a filosofía natural y ciencia moderna, estamos aludiendo a los conceptos de esoterismo y exoterismo. La tradición hermética explora las estructuras psíquicas del ser humano con el objetivo de alcanzar un conocimiento místico, un laboratorio interior, una ciencia con conciencia que pueda crear la armonía entre el mundo celeste y el mundo terrenal. La filosofía natural que tanto preocupaba a Bacon era el primer ladrillo hacia una completa focalización de los esfuerzos en la materia, los elementos y los fenómenos del mundo físico. Paulatinamente, la modernidad quedó obnubilada por las maravillas tecnológicas que esa focalización le había proporcionado, y ya en el siglo XIX despreciaba a toda filosofía del conocimiento que no se ajustara a la perspectiva pragmática en la comprensión de los fenómenos estudiados. Los magos - químicos, médicos, tecnócratas, informáticos, biólogos, psicólogos y sociólogos - siguen siendo magos, pero ya solo en el ámbito terrenal, excluyendo el mundo celeste. Recordemos - atendiendo a las tesis ya expuestas en esta investigación, apoyados en el excelente análisis de la modernidad realizado por Hans Blumenberg - que la secularización en cierto modo crea su propio camino hacia la trascendencia. El propio Francis Bacon entendía el conocimiento científico como una iluminación, y su dios era un dios de luces. Su conocimiento procedía de la tradición hermética, pero se rebeló contra el secretismo iniciático, y criticó las mixtificaciones de la alquimia. En definitiva, quería democratizar el conocimiento científico, que éste fuera palpable y utilizable por toda la sociedad. Y comenzaron a crear artilugios tecnológicos que todos podían utilizar, reverenciar, invertir en ellos, hacer un comercio masivo de objetos y técnicas que se van acumulando en las universidades, en las industrias y en los hogares. Y crearon una civilización exclusivamente utilitarista y pragmática, ensalzan lo exotérico y tildan lo esotérico de puro fraude, herejía o superchería, tanto en el ámbito de la ciencia como en el de la religión oficiales. Y pensemos en la idea que consiste en considerar que solo hay un conocimiento que incluye mística y ciencia. John Dee lo sabía, por eso en sus exploraciones elaboraba un fascinante recorrido que abarcaba los mundos celestes, y también la matemática aplicada.¿Acaso los Magos utilizaron la filosofía natural para entretener a la sociedad de las masas, y ocultaron los conocimientos místicos en reducidos grupos de elegidos que conocen la dimensión trascendente de la existencia...y su aplicación inmanente a la Historia?. Sigamos con Francis Bacon. En otro de sus libros, La nueva Atlántida, tenemos una alegoría en la que describe una ciudad en un mundo perfecto, casi futurista, de un cristianismo basado en el amor fraternal, habitada por seres etéreos que conocen todos los idiomas del mundo, y envían mensajeros a la humanidad con la finalidad de ayudarla o de recabar información sobre el mundo. Sin duda son los mismos seres invisibles del mito rosacruz, lo cual nos hace sospechar que Bacon formó parte de alguna sociedad secreta, pues todos ellos - Juan Valentín, John Dee, Robert Fludd.... etc - comparten ese mismo corpus de arquetipos sobre seres invisibles y divinos que están ayudando a la humanidad en su camino hacia la nueva aurora. Cabe plantearse la cuestión de por qué parece que la humanidad no sabe progresar sin inspirarse en los mitos. O más bien, en una época de transición desde el viejo orden estamental y religioso surgido de la edad media hasta la modernidad ilustrada era necesario establecer el punto de partida en un mundo imaginario que se corresponde con la tradición todavía muy arraigada en el psiquismo de los hombres sabios del siglo XVII. En cualquier caso, la obra de Bacon y las proclamas de los manifiestos de la rosacruz comparten un objetivo común: volver al Edén original antes de la caída por el castigo de Yavhé. Es decir, recuperar la luz del mundo que la serpiente - Lucifer - les había otorgado con el fruto prohibido. Por tanto, cristianos en valores que defienden la caridad, la democratización de las riquezas y del conocimiento, y la fraternidad entre las naciones, estos eruditos iluminados también perseguían un fin considerado demoníaco en la misma tradición judeocristiana: un dominio y control absoluto sobre el mundo terrenal. No en balde, en Francia se les acusaba de realizar pactos demoníacos para poder perpetrar un plan de dominio universal. De hecho, se sabe que John Dee practicaba la llamada “matemática supracelestial” (también conocida como magia enoquiana) en la que conjuraba a los ángeles, seres de otro mundo (o demonios, según otras creencias) que le habían proporcionado el conocimiento necesario para el avance científico-técnico, según lo narrado en sus diarios espirituales. Todo esto nos plantea interrogantes de extrema gravedad, por la difícil aplicación hermenéutica que nos permita esclarecer esta transición en la historia del conocimiento, y por lo intrincado de estas extrañas creencias en las que el mundo de los arquetipos y de lo imaginario es el que inspira la creación de una metodología de las ciencias aplicadas. Volviendo a nuestros días, en el último siglo, la ciencia-ficción ha especulado con un mundo multidimensional, interconectado y plagado de seres inteligentes, etéreos y escurridizos que a menudo contactan con seres humanos. Lejos de este tipo de especulaciones, simplemente cabe subrallar el hecho de que hay un factor esencial y común en gran parte de estos movimientos iluministas: sus miembros fantaseaban con la convicción de que estaban en estrecho contacto con seres superiores procedentes de un mundo invisible. Y simplemente remarcar que si el sistema de “magia angélica” aplicado por John Dee le permitió alcanzar conocimientos científicos y prácticos, entonces dicho sistema es perfectamente válido, aunque hoy en día nos resulte difícil comprender su verdadera naturaleza. La misma Royal Society de Londres afrontó el imperativo de desestimar el conocimiento matemático de John Dee por estar vinculado a prácticas demoníacas, y así salvaguardar su proyecto frente a la caza de brujas perpetrada por aquellos que temían a la Luz de Lucifer. Dicha Luz proviene del milenario culto solar, el Astro Rey que ilumina el mundo natural y que en tiempos de la XVIII dinastía egipcia - la revolución religiosa y política de Akenatón - adoptó la imagen de Atón, el disco solar que reparte luz y vida. Es decir, buscar a Dios, llegar a Dios e igualarlo por medio del estudio de la naturaleza, y no por medio de la fe o la tradición escrita en libros sagrados. Conocer al creador a través de su creación. Para muchos, una forma de descubrir un Dios menor, demiúrgico, o de confundir a la naturaleza con la causa primera.

En fin, un conglomerado de utopismos en torno a una sociedad ideal en la que el conocimiento se expande y es accesible a todas las personas, y de ahí una globalización del bienestar. Y así llegamos hasta nuestros días del “estado del bienestar”, de naturaleza simplemente acumulativa, sin que podamos disfrutar de una profunda y verdadera globalización del conocimiento. Conocer no es acumular objetos e informaciones, estudios, trabajos e incentivos monetarios, una simple distracción que alimenta los mercados. Algo falló en esa búsqueda de la nueva aurora para la humanidad. Y en el siglo XVII algunos eruditos lanzaron la advertencia sobre el peligro de trabajar por el avance técnico-científico sin conocer exactamente el sentido y propósito final de ese plan. Obnubilados en el prodigioso método de transmutaciones en el orden material, olvidaron una reforma educativa y constructora de los valores éticos y espirituales. Por encima de cualquier otra apreciación, hemos visto cómo la sociedad moderna surgió de unos misteriosos movimientos intelectuales en la Europa del siglo XVII, pues misterio es la resolución sobre la cábala, la alquimia y la mística como dimensiones del conocimiento inspiradoras de la Razón ilustrada. Ante todo, tenemos la utilización del mito como una forma de promulgar cambios en la sociedad, o revoluciones en el estado global. Una táctica tan antigua como el género humano, como ya hemos indicado. Ahora, y para ir concluyendo este artículo, conviene fijarse en nuestro presente para comprobar la permanencia de dichas tácticas aplicadas a los problemas del mundo globalizado en los siglos XX y XXI. La orden rosacruz, la que fue inspiradora del mundo moderno, regresó disfrazada de postmodernidad a mediados del siglo XX, confluyendo con un movimiento global al que identificamos bajo el anglicismo New Age (Nueva Era). El aspecto más sensacionalista e impresionante de la New Age - y el de mayor calado en el pensamiento y la cultura popular de las últimas décadas - es todo lo concerniente a la ufología, el fenómeno de los contactados y las apariciones marianas. Si fijamos la atención en los rasgos caracterológicos de mitos postmodernos como el Comandante Ashtar, la Federación Galáctica, los Hermanos del Cosmos, las profecías de Fátima, los pleyadianos, y un largo etcétera en la interminable lista de sectas ufológicas o marianas que desde los años sesenta del siglo XX han disfrutado de una enorme cobertura mediática, veremos que son el mismo arquetipo que en el siglo XVII quedó representado en la figura de Christian Rosenkreuz, aunque adaptado a las circunstancias sociales y culturales de nuestra época. Del mismo modo, echemos un vistazo al contenido de los mensajes supuestamente enviados por estos seres extraterrestres y podremos comprobar de inmediato que los contenidos son prácticamente los mismos: advenimiento de una nueva era de Luz y fraternidad universal, surgimiento de una nueva religión mundial (y un implícito gobierno mundial), un nuevo conocimiento de Dios y del ser humano (el ser humano, en este caso, sufrirá una mutación biológica que lo elevará a un estado superior), anuncian la existencia de una fraternidad de seres celestiales - mitad entes físicos, mitad entes espirituales - que están vigilando los acontecimientos en el planeta Tierra a la espera de un gran cataclismo ( desde sus naves espaciales, invisibles a los aparatos tecnológicos de nuestros centros de vigilancia aérea) y animan a la población a que se prepare para un próximo gran acontecimiento que transformará la vida en el planeta. Si en el mito rosacruz Jesucristo era el referente espiritual que guiaba los pasos de aquella ficticia sociedad dedicada a la curación y la ayuda al prójimo, en estos mitos postmodernos Jesucristo se ha convertido en el Jefe de legiones de seres intergalácticos. El mensaje es milenarista en ambos casos, si bien en el movimiento New Age se enfatizan los aspectos apocalípticos referidos a un gran desastre mundial que motivará una evacuación de la población a bordo de naves espaciales. Sean quienes sean los ideólogos y los agentes que han creado el movimiento New Age - permitiéndole tan enorme cobertura mediática, y siendo prestidigitadores como Sixto Paz Wells, Bongiovani, Eugenio Siragusa, Rael, etc, simples instrumentos en manos de quienes los financian - han utilizado la misma táctica que en el siglo XVII utilizaron eruditos como Juan Valentín Andreas, los cuales estaban detrás de los manifiestos de la rosacruz. En cada Tiempo, un mismo arquetipo que se amolda a la cultura popular de la época correspondiente, con el objetivo de crear una determinada expectativa respecto al futuro. En el siglo XVII, el modelo eran las órdenes de caballería cristianas y unos mitos popularizados en las novelas de caballerías, tan en boga en aquella época. En el siglo XX, la literatura de ciencia-ficción, y luego a través del cine y la televisión, ha creado el marco de imaginería popular (alienígenas, abducidos, contactados) idóneo para atrapar las mentes de ciudadanos pertenecientes a cualquier estrato de la sociedad. Además de todo esto, es bien conocida la conexión entre el movimiento New Age y la Masonería. Y sabemos que muy probablemente la Masonería especulativa tuvo su punto de origen en el movimiento rosacruz del siglo XVII. Hemos hallado un hilo robusto y coherente que conecta todo este extraño fenómeno histórico , una Tradición Iluminista que se extiende a lo largo de cuatro siglos de pugnas, algunos fracasos y muchos éxitos en su afán por crear una sociedad global. Recordemos: las élites, intelectuales o políticas, siempre han utilizado los mitos para generar una determinada ideología entre el populacho. Pero la siguiente interrogación irrumpe inevitable: ¿no estaremos ante la existencia real de una sociedad secreta que ha ido dirigiendo a la sociedad europea desde principios del siglo XVII hasta hoy?. La posibilidad que apunta hacia una gran confabulación a través de los siglos no es muy descabellada a la vista de estos datos, pero es más factible y humanamente demostrable hablar de complejidad emergente, de intereses espontáneos que encuentran medios y expresiones similares en los avances de cada nuevo periodo histórico, de una pugna continua del ser humano contra ciertos aspectos de su propia naturaleza que no quiere admitir, o que necesita erradicar en pos de un mundo mejor. No son conspiradores contra la humanidad, sino - en todo caso - fraternidades que quieren imponer su particular imagen de un mundo perfecto, a pesar de ir en contra de la propia naturaleza que nos hace imperfectos, según nuestro sentir de pájaros que quieren ser algo más que pájaros.

Pero hay más. Teniendo en cuenta que el objetivo del movimiento rosacruz consistía en inaugurar una nueva era del conocimiento y una reforma social, y que durante los siglos XVIII y XIX, efectivamente, se produjo el fin de la antigua sociedad estamental, el surgimiento del estado liberal y el desarrollo del método científico, cabe ahora preguntarse si los movimientos milenaristas del siglo XX y los profetas de la New Age no estarán acaso anticipando lo que nos depara el futuro inmediato, puesto que son la ficción mediática que de forma gradual ha ido implantando en la sociedad el esquema de un proyecto en marcha. La nueva era anunciada por los voceros de la New Age tiene su correspondencia en el Nuevo Orden Mundial y financiero del que últimamente han hablado prestigiosos jefes de estado, expertos en diplomacia y economía, y hasta el Papa Benedicto XVI. Las soflamas del ecologismo referidas al espíritu de Gaia -tan frecuentes en los mensajes cósmicos del Comandante Ashtar y similares - se corresponden con la propaganda sobre el cambio climático, la necesidad de expandir el uso de energías verdes y el impuesto por la emisión de CO2. La idea de evacuar a gran parte de la población trasportándola en naves espaciales conecta con una de las mayores preocupaciones de la élite actual: el problema de la superpoblación en un planeta cada vez más escaso en recursos energéticos, además del excedente en mano de obra. Lo que subyace tras esta ficción es la necesidad de reducir la población mundial, necesidad subliminalmente promocionada mediante una atractiva historia de extraterrestres que vienen a salvarnos del colapso final. Por último, el mito de la supuesta profecía Maya que señala al 2012 como el año en el que se producirá un cambio trascendental en la historia del género humano sirve de perfecto catalizador que va preparando a la opinión pública de cara a grandes cambios en el orden social, ideológico, demográfico y económico que se producirán aproximadamente durante los próximos veinte años. Y estos aspectos del mundo actual - al margen de fantasías populares - son rigurosamente reales, puesto que analistas y jefes de estado nos advierten de estos problemas, con mayor o menor disimulo o delicadeza.


A la vista de este recorrido, resulta inquietante comprobar que los voceros milenaristas asociados a movimientos esotéricos y pseudomísticos pertenecientes al movimiento New Age llevaban varias décadas preparando a la opinión pública de cara a los grandes retos que ahora mismo son el pan de cada día, sumidos en una grave crisis económica y alertados ante la posibilidad de una pandemia de consecuencias imprevisibles a largo plazo. Queda, ante todo, el misterio sobre cómo operan estas élites a tan largo plazo, fabricando mitos que generan en el sentir popular expectativas de carácter milenarista, las cuales influyen en la configuración de nuestro futuro. Y quien sabe, haciendo que todos nosotros seamos parte de un plan desconocido e improbable. Como en aquella cita apócrifa atribuida a Winston Churchill y a la que suelen recurrir los teóricos de la conspiración llevados por su afán sensacionalista: Aquel que no vea que en la Tierra se esta llevando a cabo una gran empresa, un importante plan en cuya realización nos es permitido colaborar como siervos fieles, tiene que estar ciertamente ciego.
Una orientación adecuada para el lector sediento de respuestas puede ser este breve texto escrito por el sociólogo norteamericano Charles Wright Mills, seguramente mucho más cercano a la Verdad de la Historia:

La idea de que todo va a la deriva es, en gran parte, una proyección fatalista de la propia sensación de impotencia y quizá, si uno ha sido un hombre de principios políticamente activo, un alivio de la propia culpa. La idea de que toda la historia se debe a la conspiración de un conjunto de villanos fácilmente localizables, o de héroes, también es una proyección del esfuerzo que nos impone comprender cómo los cambios de la estructura en la sociedad abren oportunidades a las diferentes élites, y cómo las diferentes élites las aprovechan o las ignoran. Aceptar uno u otro punto de vista - toda la historia como una conspiración o toda la historia como algo sin rumbo fijo - es evitar el esfuerzo de comprender las realidades del poder y los caminos del poderoso.
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