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domingo, 19 de julio de 2009

La guerra del Peloponeso: gana la oligarquía.

Entre los años 431 y 404 a. C. se desarrollaron los acontecimientos de la Guerra del Peloponeso, el conflicto global al que hay que entender como la lógica consecuencia de un período de oro y expansión que identificamos en la “Pentecontecia” de Pericles. A ciclos de expansión y plenitud le sucede una contracción que en ocasiones es gradual - por ejemplo, la crisis actual que arrancó en la segunda mitad del año 2008 - y en otras desemboca en fuertes estallidos sociales o bélicos que pueden destruir el modélico orden que los precedió. La Guerra del Peloponeso fue similar a lo que entendemos por una guerra mundial, con dos bloques que aglutinan y enfrentan a las ciudades principales de una civilización que se encontraba en su mayor auge cultural y económico, y con la disputa ideológica que enciende la razón aplicada al uso de la violencia, venga ésta de donde venga. Esparta y Atenas encabezaron la contienda, cada una de ellas representante de dos maneras de articular el poder y de encauzar el futuro. Nadie puede indicar los motivos exactos que provocaron el estallido de la guerra, pero nos consta que ya en aquellos tiempos el populacho sufrió la manipulación de sus dirigentes. Veamos el testimonio de Tucídides:

La guerra fue iniciada por los atenienses y los peloponesios al rescindir el tratado de paz por treinta años que concertaron después de la toma de Eubea. Las causas y divergencias por las cuales lo rescindieron, las doy antes de empezar, para que nadie tenga que investigar un día por qué tuvo lugar entre los griegos una guerra tan grande. Creo, a saber, de acuerdo con la causa más verdadera, pero menos aparente por lo que se dice, que los atenienses, al hacerse poderosos y producir miedo a los lacedemonios, les forzaron a luchar; mientras que las explicaciones que se daban públicamente eran las que cada bando ofrecía, pretendiendo que por ellas se había quebrantado el tratado y entrado en guerra. (TUCÍDIDES, Historia de la guerra del Peloponeso, 1, 23, 24)

Los coetáneos que forman parte de un determinado acontecimiento histórico reciben una idea escrita y difundida en aras de provocar un efecto en función de unos intereses más o menos discretos. La apariencia y la manipulación responden a una necesidad de simplificar las razones con la finalidad de acelerar la preparación de los recursos necesarios en una resolución bélica. El conocimiento que podamos obtener de la Historia, por tanto, en ocasiones puede responder a la razón de las élites y de los principales estrategas, creadores de un consenso oficial - llámese propaganda - y de los polos ideológicos con los que construyen una idea del rival conveniente a sus estrategias. Cabe, por un lado, distinguir entre la Historia transcrita en las fuentes halladas, y, por otro lado, el funcionamiento, la falsabilidad, causas y sentido de las posibles apreciaciones que surgen cuando abordamos los acontecimientos históricos. Si trasladamos esta problemática a nuestro presente, veríamos cómo las razones más oficialistas dadas para justificar la guerra de Irak (expansión del mundo libre y democrático, lucha contra el terrorismo) han sido en parte contrarrestadas por la información en torno a los intereses económicos y energéticos de los “lobbies” que fundamentan su riqueza en el “petrodólar“ y en la venta de armamento militar. Por tanto, no podemos alcanzar la verdad presuponiendo que toda la información oficial - aquella que emana de la autoridad de las instituciones del Estado - es falsa y persigue un objetivo siniestro, tal y como suelen hacer los teóricos de la conspiración. Nuestro trabajo consiste sencillamente en contrastar la calidad, validez y falsabilidad de las fuentes, vengan de donde vengan. Además de las causas que nos sugiere el texto de Tucídides para explicar la guerra del Peloponeso, cabe mencionar unas pocas ideas a modo orientativo: causas políticas ( Atenas convertida en modelo y defensora de las ideas democráticas frente a los estados oligárquicos que giraban en torno a la influencia de Esparta), causas sociales (partidarios del régimen democrático, gentes del comercio y de la industria, y partidarios de las oligarquías y de la tradición, pequeños y grandes agricultores), causas económicas ( la expansión de la Liga Ático-Délica perjudicaba los intereses económicos de ciudades comerciales como Corinto, Egina o Mégara, las cuales buscarán asociarse con Esparta para socavar el poder de Atenas). Los preludios antes del estallido indican tres acontecimientos de cuya sinergia surgió el enfrentamiento armado: la guerra entre Córcira y Corinto ( una refriega entre estas dos ciudades, siendo los intereses y la influencia de Corinto en la Jonia el factor que explica las tensiones surgidas. Córcira pidió ayuda a Atenas e ingresó en la Liga, se enfrentaron con Corinto, la cual salió perjudicada de este pacto y Atenas reforzó su influencia en el occidente mediterráneo), la defección de Potidea (ciudad incluida en la Liga ateniense, a la que Atenas exigió unas medidas que Potidea - asociada con Corinto - no aceptó y recurrió a un pacto con Esparta para protegerse de la coacción. Se rebeló contra Atenas, al igual que Corinto, y así la paz era cada vez más insostenible), y el decreto contra Mégara ( Pericles solicitó dicho decreto para determinar un bloqueo mercantil a Mégara, oficialmente justificado en la explicación de que los megarenses cultivaban un campo en el recinto sagrado de Eleusis, aunque se especula que las verdaderas motivaciones de esta política ateniense eran la posesión de todo el territorio de Mégara, arrebatándolo de la órbita espartana). Este decreto dio lugar a la reunión de la Liga del Peloponeso y a las negociaciones que fueron el preámbulo de la guerra, la cual transcurrió en cuatro fases. La primera fase de la guerra del Peloponeso es la guerra arquidámica (431- 421 a.C), nombre que remite al rey espartano Arquidamo II, quien llevó a cabo la primera invasión del Ática. En primer lugar, durante el mandato de Pericles, Atenas defendió la ciudad de Platea, la cual estaba siendo atacada por los tebanos, y Esparta aprovechó la contienda para invadir a una Ática despoblada. Posteriormente, la respuesta de Demóstenes mediante la fuerza naval fue un éxito y pudo conquistar algunas ciudades Lacedemonias, y así Atenas obtuvo un balance positivo de sus primeras acciones. Pero en la primavera del 430 a. C. una extraña peste de origen desconocido asoló a Atenas, e incluso acabó con la vida de Pericles, y con la vida de un tercio de la población ateniense. Esto debilitó a la coalición de Atenas, y el signo de la guerra comenzó a cambiar. Nicias heredó el gobierno de Pericles - mostrándose más conservador - y trabajó para lograr un pacto con Esparta. Sucesivamente, tras guerras civiles en Córcira, las disensiones en Siracusa y la ocupación de Pilo, el ateniense Cleón, en un último intento de recuperar las posiciones perdidas, fue derrotado por el espartano Brásidas en el verano del año 422 a. C.
La paz de Nicias es la siguiente fase. Aquí, con Atenas diezmada y agotada por la peste y el esfuerzo de la guerra, motivó que Nicias llevase a cabo un pacto para lograr la paz. Los espartanos, por su parte, afectados por el desgaste sufrido y la crisis demográfica, también eran favorables a firmar la paz. El tratado de paz disponía de tres puntos fundamentales: atravesar, acceder y sacrificar libremente a los santuarios panhelénicos, los cuales mantendrían sus tradiciones y tesoros. Delfos y su culto tendrían autonomía judicial. Estas medidas nos hablan de cuan profundo era el deterioro que la guerra estaba produciendo en el mundo griego, tanto en la devastación de las economías y la demografía como en todo el tejido filosófico y religioso que aglutinaba los cultos, lugares y preceptos sagrados. Otro punto del tratado se refería a la devolución de ciudades, territorios y prisioneros de uno y otro frente. Y, en el último punto, se establecía que el tratado de paz tendría una duración de cincuenta años. Dicho tratado debía ser jurado solemnemente por cada una de las ciudades de forma separada. Con el paso del tiempo, las ciudades aliadas en cada bloque empezaron a manifestar el descontento. Esparta no podía satisfacer a sus aliados, dependiente de las decisiones de Atenas. A patir de aquí el equilibro aparente se vuelve otra vez amenazador. Alcibiades, un ateniense inteligente y culto como Pericles, consiguió un pacto defensivo con Argos, Mantinea y Élide, ante lo cual corintios y espartanos empezaron a preocuparse. En la batalla de Mantinea Esparta recuperó su hegemonía en la Liga del Peloponeso y una Atenas derrotada consiguió sostenerse en la habilidad diplomática de Alcibiades. Posteriormente, conquistaron la ciudad de Melos, cuyos hombres fueron ejecutados, mujeres y niños vendidos, y quinientos clerucos ocuparon parte de sus tierras.

La expedición a Sicilia - que obligó a Alcibíades a mantener frentes en su propio territorio y en Sicilia a la vez, donde los siracusanos y los espartanos derrotaron a los atenienses - dejó a Atenas en una catastrófica situación económica por causa de un malogrado esfuerzo naval y humano. La llamada guerra decélica es la última fase de la guerra, y debe su nombre a la ciudad de Decelía, la cual fue tomada por Esparta e implicaba una nueva invasión dentro de la península del Ática, y esto suponía problemas en el abastecimiento de recursos naturales para Atenas. El fracaso en Sicilia provocó gran descontento en la población, desencantada con sus líderes democráticos, quizá también con la ideología que inspiró su orden social, y, en definitiva, un signo claro de la caída de Atenas como ciudad lider del mundo Griego. Esparta asumió ese liderazgo que los atenienses habían perdido, alegando su defensa de la libertad de los griegos frente a la opresión del imperialismo de Atenas. Parece que no hay en la historia fuerza hegemónica que no legitime su papel con la argucia de la defensa de la libertad, y su superioridad política y moral respecto al rival a batir. En última instancia, la emergente influencia de Esparta en el mundo griego impuso el régimen oligárquico en las regiones de la Hélade, y el trabajo de Pericles y sus antecesores cayó entre las ruinas y la muerte de la guerra. Esparta pactó con los persas y pronto comenzaron a incitar a la insurrección en la Jonia. En el 412 a.C. Eubea, Lesbos, Quíos, Mitilene, Mileto y otras ciudades del Hellesponto iniciaron una importante insurrección, buscaron la ayuda de Esparta para liberarse del yugo ateniense, y el Gran Rey obtuvo reconocimiento en estas ciudades. Entre mayo y junio del 411 a.C. se produjo una fase de transición en la crisis ateniense debida al descontento popular y la hostilidad hacia los políticos, así como el recelo de las clases acomodadas que veían peligrar sus intereses económicos. El colegio de Próbulos empezó a trabajar en la formación de un nuevo proyecto constitucional de carácter oligárquico y el sistema democrático fue cancelado con la suspensión de las magistraturas, derogación de las pagas por las funciones públicas ejercidas, y la sustitución de la “Bulé” por un consejo asignado de forma nominal - no electivo - y con total autoridad. En principio hubo una revuelta encabezada por Terámenes, quien impulsó a los hoplitas para que se levantaran contra dicho régimen. El resultado fue la imposición de otro régimen, una democracia no radical, con una constitución “mixta” que aglutinaba preceptos oligárquicos junto con parte del ideario democrático.

Las luchas continuaron mientras Atenas profundizaba en su caída. En el 407, la flota de Alcibíades fue derrotada en la batalla naval de Notion, vencido por el espartano general Lisandro, el más grande estratega lacedemonio. El buen entendimiento - y la alianza años atrás establecida con Persia - entre Lisandro y el Rey persa Ciro causaron el fracaso definitivo de Atenas. Tras la capitulación, ciudades como Corinto y Tebas pidieron a los Espartanos la aniquilación de Atenas. Pero a Esparta le interesaba una Atenas vencida e integrada en la Liga del Peloponeso y, por supuesto, temían que la eliminación de Atenas y su exclusión del juego y de la estrategia geopolítica tuviera como consecuente el aumento del poder de Corinto. Así pues, la tradición de Esparta venció y accedió a la hegemonía política, y Atenas terminó absorbida dentro de la Liga del Peloponeso. Todo el mundo griego sufrió la derrota y pagó sus deudas con Persia, vio la irrupción de la piratería en el Egeo al desaparecer el control hasta entonces mantenido mediante la gran flota ateniense, vio la caída de la economía y del comercio, vio el debilitamiento de la demografía por las numerosas pérdidas humanas, vio la crisis moral, religiosa e ideológica. El sueño demócrata, en todo caso, cristalizó a través de los libros y de los diversos testimonios que nos han llegado. No obstante, las élites oligárquicas fueron el agente principal en la configuración del mundo clásico, desde el helenismo hasta Roma, llegando hasta la génesis de la Europa cristiana.

miércoles, 15 de julio de 2009

El esplendor de Atenas

El siglo V supone una pequeña edad de oro crecida en las costas y tierras del mar Egeo. Comienza con la primera guerra que establece el paradigma de los ciclos de desorden y estabilidad que parecen repetirse a lo largo del Tiempo. Las guerras médicas preceden a la pentecontecía de Pericles, y supusieron la consolidación y reafirmación helénica, al tiempo que un ajuste entre la potencia Persa y la Griega, polarización que seguirá protagonizando movimientos en los próximos siglos. Fueron las ciudades de la Jonia las primeras en alzarse contra el dominio del Gran Rey persa, quien había conquistado el Asia Menor en su expansión desde zona iraní, cuna de las tribus que terminarían constituyendo el potencial humano del imperio aqueménida. En el año 492 a. C, la flota persa se concentraba para arremeter contra el mundo griego. Temístocles - un magnífico militar y estadista griego - era partidario del enfrentamiento directo y sin tapujos, si bien un sector importante de la aristocracia (los Alcmeónidas, sobre todo) apostaba por el entendimiento con los persas. Heraldos del Gran Rey exigieron la tierra y el agua a distintas regiones griegas. Algunas aceptaron la sumisión, pero en Atenas y Esparta les dieron muerte, lo cual provocó el inicio del enfrentamiento militar entre Persia y el mundo griego. En el 490 a.C, tuvo lugar la conocida batalla del Maratón, nombre que le es debido a la llanura en la que fraguaron batalla tras descender de la montaña que la precede. La pericia de Milcíades al dirigir las tropas griegas, y la posterior ayuda de un regimiento espartano determinaron la victoria de los griegos, dejando a su paso más de cuatro mil persas fenecidos frente a 192 bajas de los ejércitos griegos, si atendemos a las fuentes de Heródoto.La victoria en Maratón se convirtió en leyenda que enorgullecía a Grecia y a la cultura que representaba, adquiriendo gran confianza en sus instituciones, un definitivo reconocimiento hacia los hoplitas y hacia la clase social que cimentó aquél ejército, supuso el fin del arconte polemarca como jefe supremo del ejército (es decir, con la proeza de los hoplitas comienza a remitir la preponderancia aristocrática) y, en fin, creó una imagen gloriosa para los atenienses y para los guerreros que pasarían a ser legendarios. Luego, Temístocles - tras la muerte de Milcíades - tomó el poder en Atenas e instauró una serie de medidas importantes en el campo militar e institucional: convenció a los ciudadanos de la necesidad de construir una flota naval como forma eficiente de aprovechar los excedentes del erario público. Con esta empresa, Atenas se convirtió en la primera potencia naval. Entonces, el trabajo de los remeros fue un factor imprescindible, haciendo que los “thetes” ocuparan un lugar privilegiado que hasta ese momento solo disfrutaban estamentos más elevados en el censo social. El valor y remuneración de un estamento puede variar con modificaciones introducidas en el tejido de las distintas instituciones. La guerra propició la emergencia de los desfavorecidos. En el arcontado, se reinstaura el sorteo para la elección de arcontes y los estrategas dejan de ser jefes del ejército para pasar a la administración de las finanzas, suponiendo todo ello una mayor democratización de este órgano civil y judicial. En tiempos de luchas y discrepancias entre las distintas facciones políticas y aristocráticas, el ostracismo cobró relevancia y fueron desterradas figuras de mucho peso político, como Hiparco o Megacles. Pero con la invasión persa, quedó interrumpido el proceso y los exiliados retornaron a las ciudades griegas que requerían de sus dotes. El Rey persa Jerjes dirigió una gran expedición contra Grecia, y así comenzaba la segunda guerra médica, en el 480 a.C. Unos pocos años antes, Egipto y posteriormente Babilonia - como consecuencia a la derrota en Maratón - se sublevaron contra el Imperio, poniendo en peligro su cohesión. La primera tarea de Jerjes fue sofocar estas revueltas, y así Egipto fue convertido en satrapía, al igual que Babilonia. El siguiente paso era la invasión y conquista de las ciudades griegas, para lo cual Jerjes aglutinó grandes contingentes de tropas de todos los confines del Imperio, almacenamiento de víveres, excavación de un canal camino al continente griego a través de la península de Calcidia, construcción de puentes sobre el río Estrimón y - quizás la obra más espectacular - un doble puente flotante de barcas que atravesaba el Bósforo ( estrecho que separa Turquía de la zona europea constituida actualmente por la Grecia y los balcanes, en la antigüedad era la Grecia continental). Por este impresionante paso avanzaron los contingentes de Jerjes en el invierno del 481 a. C.
Por su parte, los griegos discutían en Corinto las medidas necesarias para enfrentarse a los persas. En primer lugar - un requisito esencial para afrontar debidamente la contienda - decidieron unir fuerzas y establecer la paz entre Atenas y Egina, a la vez que enviaron emisarios a Argos para que pusiera fin a sus rencillas con Esparta. Enviaron espías a Asia para recabar información sobre los preparativos del Gran Rey, y decretaron condenas con futuras represalias a todas las ciudades griegas que colaboraran con los persas. Esparta fue elegida para dirigir a las tropas griegas, quizá porque esta polis era la mayor fuerza militar en aquellos días. Consultado el oráculo de Delfos previamente a la batalla, éste pronosticó la derrota griega y la destrucción de sus ciudades. Probablemente los sacerdotes de Delfos fueron sobornados por los aqueménidas, desestabilizando a la unión griega mediante una estrategia psicológica. No obstante, tras la insistencia de los griegos, la pitonisa habló de “un muro de madera”, y Temístocles acertó al señalar que dicho muro era la flota naval, utilizando al oráculo como guía y referente en esta lucha propagandística. En una primera etapa, el ejército espartano - junto con sus aliados del Peloponeso - al mando de Leónidas se dispuso en el estrecho del desfiladero de las Termópilas, en la Grecia central. En medio de su angostura discurrió la batalla, y es de sobra conocida la épica derrota de los espartanos en esta paso entre montañas, y la leyenda forjada responde únicamente al espíritu civico-militar de los lacedemonios, capaces de ensalzar la derrota por medio del sacrificio proclamado. En la batalla de Salamina, los atenienses diseñaron su plan siguiendo la idea de Temístocles, el cual consiguió unir a las dos flotas que en principio actuarían en dos frentes distintos, uno en el estrecho de Artemisión y el otro en Salamina, donde finalmente concentraron todos sus efectivos navales y militares. Una flota persa muy superior en número a la griega cayó en un inteligente ardid de Temístocles; lograr que los persas se adentraran en un estrecho entre Salamina y la isla Pistalea. La estrechez de ese espacio impidió la facilidad de maniobra de la flota persa, la cual fue derrotada con presteza y contundencia. La gran victoria en Salamina hizo que el ejército persa retrocediera hacia Asia, y así los griegos recuperaron el optimismo y la confianza en sus instituciones tras la derrota en las Termópilas. Además, comenzaron nuevas insurrecciones contra el dominio persa tanto en Grecia como en Asia. En una segunda etapa, los griegos lograron otra gran victoria en la comarca de Platea, recogiendo un inmenso botín, y posteriormente se dirigieron hacia Tebas para castigar a esta ciudad por haber establecido alianza con los persas. Tebas entregó a sus cabecillas y estos fueron ejecutados. Después de una gran contienda bélica surge un sistema renovado, o un viejo modelo que encuentra la expresión militar y ciudadana que, definitivamente, clarifica sus virtudes y futuras aspiraciones. De ahí que las consecuencias de las guerras médicas sean un paradigma de este latido de la Historia. En un sentido político e ideológico, los griegos se sintieron reforzados en sus valores culturales y ciudadanos. Su economía y capacidad comercial vislumbraron un horizonte claro y esplendoroso. La flota naval griega adquirió una importancia que atravesaba la insignia en la batalla hasta llegar al tejido social, en donde los “thetes” vieron ascender su estatus y su participación en la actividad política al ofrecer un trabajo ineludible como remeros. Tener un enemigo común - el Imperio Persa - ayudó a que la “koiné” griega realizara su máxima expresión en una unión panhelénica que les ayudaba a identificar su singularidad cultural y cívica frente a los rasgos de las culturas asiáticas y - más específicamente - de la molicie y el gusto por el lujo de los reyes aqueménidas. Los individuos, los colectivos, las naciones, los Imperios necesitan establecer una diferenciación que clarifique su legítima y singular participación en la Historia. La rivalidad, por tanto, es un factor imprescindible como punto de partida hacia la búsqueda de un equilibrio que permita realizar la singularidad de las partes en el juego del todo. Cabe mencionar, por último, el que la ciudades griegas del asia menor pasaran del yugo persa a la alianza ateniense, primeros pasos hacia la gran liga ateniense. Las consecuencias económicas de la guerra indican ante todo el auge comercial y mercantil de Atenas después de unos años de recesión económica por causa de la guerra. El Egeo, de todas formas, pronto revivió su actividad comercial impulsado por Atenas y las ciudades aliadas, aumentando su volumen y ampliando sus horizontes tanto hacia oriente como hacia occidente. Atenas amplificó y diversificó las rutas comerciales en todo el mediterráneo, y las ciudades griegas llenaban los mercados con sus cerámicas, armas, manufacturas y objetos de arte y lujo. Esta actividad comercial afectaba a las estructuras sociales de la ciudad, donde aparecen un mayor número de gentes dedicadas al comercio y a la artesanía, disminuyendo la importancia y dependencia del campo y, en consecuencia, disminuyó la relevancia de su tradición. Queda demostrado una vez más que la guerra abre el camino y las oportunidades para los mercaderes. Los Metecos - extranjeros domiciliados en la ciudad - eran quienes hasta entonces se habían ocupdo de las tareas artesanales y mercantiles, y a partir de las guerras médicas aumentó su número y su producción. Ellos contribuyeron decisivamente al desarrollo económico de Atenas, siendo un ejemplo de cómo la esfera social evolucionaba con el factor productivo del individuo, quedando obsoleta la prerrogativa gentilicia. Desde ese momento, los atenienses se preocuparon por fomentar el establecimiento de los Metecos en la ciudad de Atenas, permitiéndoles poseer tierras y un hogar propio.

El período comprendido entre los años 478 y 431 a.C supone la cristalización definitiva de un trabajo filosófico, institucional y militar que he ido analizando en las últimas páginas, la madurez palpable de la luz clásica de Atenas y de Grecia, el esplendor de donde nació gran parte de nuestro mundo, la llamada “Pentecontecía” de la época de Pericles. Aquí se consolidó la democracia radical - y tal vez su aplicación más perfecta - , Atenas fue el centro cultural y político de una hegemonía que irá tomando la forma de un Imperio mediterráneo, la mayor expresión de la empresa iniciada por cretenses y micénicos en los siglos de la más remota antigüedad helénica. Dicho imperio comenzó con un primer boceto de liga ateniense por medio de la coacción sobre ciudades como Naxos y Tasos, así como afrontar la hostilidad de Persia y Esparta, lo cual le obligó a tomar determinaciones: una política exterior defensiva, pactando con los enemigos de Esparta y Persia. Reforzaron las murallas de la ciudad y la flota naval. Reconquistaron tierras en torno al Ática, allí donde colocaron guarniciones defensivas. Hubo expediciones militares contra Esparta y Corinto, y alianzas con Argos, enemiga tradicional de la primera, contiendas prolongadas hasta que finalmente Atenas dominó el crucial istmo de Corinto y obligaba a Esparta a firmar un tratado de paz por treinta años. En cuanto a Persia, siguió siendo una fuerza principal en las tensiones entre el este y el oeste. En todo caso, la estabilidad y la fuerza de Atenas en aquellos días pudo mantener la quietud en un conflicto siempre latente. ¿Cómo logró alcanzar su esplendor?. Los individuos emprendedores, dirigentes cultos, grandes oradores y estrategas, son un factor esencial: la secuencia que arranca en Milcíades, seguido de Temístocles, Arístides, Cimón, y en el pulso definitivo, Efialtes y Perícles. Todos ellos tenían en común la pertenencia a las grandes familias aristocráticas, aunque unos más o menos que otros impulsaron el ideal democrático. Entre ellos hubo disputas, y de hecho fueron desapareciendo de la vida política al ser condenados al ostracismo. Se identifica ya en esta época una cierta disputa entre partidos políticos, unos antagonismos que surgían de distintas apreciaciones respecto al objetivo común.
Efialtes, en un primer paso, exigió una serie de modificaciones constitucionales, haciendo votar una ley mediante la cual pudo reducir los privilegios del Areópago, eliminando parte de sus prerrogativas judiciales y administrativas, restando solo como tribunal para las penas capitales y los delitos de tipo religioso. Esas atribuciones perdidas por el Areópago fueron traspasadas a la “Bulé” y al tribunal de la “Heliea”. Con estas medidas, pudo concretar el final del Areópago como reducto del antiguo arcontado, más vinculado al poder aristocrático. De esta forma el pueblo ganaba poder y participación a través de unas instituciones reformadas, y ésta es la esencia del denominado funcionamiento del régimen democrático radical. Efialtes fue asesinado en circunstancias desconocidas, pero Perícles continuó el trabajo. Perteneciente a la noble familia - de larga tradición y numinosa leyenda - de los Alcmeónidas, sobrino-nieto de Clístenes, Perícles recibió una educación excelsa que hizo de él un intelectual que supo comunicar su ideario con la claridad del filósofo y ejecutar sus gestiones con la contundencia del mejor estratega. Inteligencia, sensibilidad y vara de hierro se conjugan para formar un excepcional carácter histórico. Apenas tuvo oposición durante su mandato, y su labor - nada original - consistió en culminar para nuestra Historia un largo proceso que comenzó con el trabajo de Solón a principios del siglo VI a. C. ¿Cómo quedó configurada esa democracia radical ejecutada por Perícles?. Sobre la base de la reforma de Clístenes y lo establecido por Efialtes, introdujo innovaciones que ampliaron la participación popular en la vida política. En el 457 a.C. los “zeugitas” (tercera clase censada) pudieron acceder al arcontado. Pocos años después instituyó la “Mistoforía”, o retribución de las funciones públicas, destinada a compensar económicamente la pérdida de una jornada de trabajo, lo cual hacía factible la presencia de gentes del campo en las instituciones públicas. Sin embargo, la participación en la Asamblea popular no fue retribuída. Perícles acordó gratificar con un sueldo a miembros auxiliares de la administración, a los hoplitas y a los marinos. Los “thetes” también fueron beneficiados con estas medidas, aunque no pudieron aspirar a alcanzar las máximas magistraturas. El pago de estas retribuciones consistía en una cantidad de dinero discreta y módica, con el objetivo de que los cargos no fuesen asumidos con ánimo de lucro. En aquellos días, los opositores a la democracia advertían de este peligro que en nuestro presente constituye la imagen principal de la corrupción, a la par con la cuantiosa disposición de objetos de lujo administrados mediante el poder tecnológico aplicado a la publicidad, la retórica comercial y la creación artificial de necesidades, lo cual ha creado un mecanismo que alimenta la avaricia sin solución. La “Mistoforía” de Perícles sencillamente actuaba como un estímulo adicional al interés de los atenienses por participar en los asuntos públicos. A partir del 451 a. C., por decreto de Perícles quedó establecida una limitación al acceso a la ciudadanía ateniense, y solo la concedía a los hijos de padre y madre ateniense, cuando en el pasado tan solo era necesaria la ciudadanía del padre. Constituyó un control riguroso sobre el ejercicio de las funciones públicas mediante la “Dokimasía”, un método que permitía a los miembros de la “Bulé” y la “Heliea” valorar las cualidades de los candidatos a formar parte de las funciones públicas, y así determinar si reunían las condiciones que se estimaban necesarias. Por último, la “Grafé pará Nomon” institucionalizó la acción promovida por cualquier ciudadano ateniense contra quien realizara una propuesta considerada ilegal. Esto podía suponer la aplicación de una multa, o incluso la pena de muerte. Tres condenas suponía el castigo de la “Atimia”, la pérdida de los derechos ciudadanos.

La constante amenaza exterior representada en el Imperio Persa, y la necesidad de estabilizar los pactos entre las principales potencias griegas - Esparta, principalmente - fructificó en la creación de una confederación entre las ciudades, la Liga Ático-Délica que entregó a Atenas - en el año 478 a. C. - el poder ejecutivo y constituía así la hegemonía de Atenas en el mar Egeo. Las ciudades formaron una “Simmajía” - agrupación formada bajo la inspiración de medios y estrategias de tipo militar - y tenía como centro el santuario de Delos. A grandes rasgos, la Liga Ático-Délica se caracterizó por su carácter marítimo (formada por ciudades insulares o costeras), su carácter dual ( existencia de dos bloques, Atenas y los aliados, compartiendo los mismos “amigos” y “enemigos”), su disparidad (patente desigualdad entre las ciudades que formaban la Liga, ya que su posición y su voto en la misma dependían de su aportación) y su carácter intemporal por un tratado que no indicaba cuándo debía finalizar un pacto que claramente servía a los intereses atenienses en el mediterráneo. Las confederaciones, los Imperios, la uniones ecumenistas se sostienen en un enemigo común - de facto ideológico o militar - en un interés común y en los valores culturales y de pensamiento que imponen su hegemonía al haber demostrado su valía por el triunfo en la guerra y en la vida política y social, tal y como sucedió en la Atenas del siglo V. La organización de la Liga ateniense tuvo en principio un fin estratégico, y por ello requería de una flota potente, la cual lograron capitalizar con la contribución de todos los aliados según los recursos y las posibilidades de cada “polis”. Estas contribuciones eran anuales y se denominaban “foros” (aportación) que eran recaudados por diez magistrados atenienses. Cimón, tras el declive de Temístocles, introdujo en las naves grandes reformas que las hicieron más potentes y capacitadas para la navegación y la lucha. Dotó a las naves de puentes de abordaje - en proa y popa - más largos, facilitando la capacidad de movimiento de los hoplitas. Años después, el Tesoro de la Liga - constituido por los “foros” - fue transferido desde Delos a la Acrópolis de Atenas, bajo la excusa de que en Delos persistía la amenaza persa, aunque Delos continuó siendo la sede de la Liga. Con la paz de Calías - año 449 a. C. - finalizó la lucha contra los persas, la cual había sido el pretexto para formar la Liga, pero Atenas - que había alcanzado la hegemonía cultural y económica - no quiso deshacer tamaña empresa y exigió que los aliados permanecieran bajo su mando apelando al vínculo de paz y ayuda mutua. Plutarco nos cuenta cómo los atenienses se atrevieron a retirar grandes catidades del Tesoro federal para la reconstrucción de la Acrópolis, al tiempo que la exigencia del pago de los “foros” se endureció y aumentó el control directamente desde Atenas como centro organizador y redistribuidor. Cabe mencionar que no todas las ciudades pagaban una tasa individual, sino que había grupos de pequeñas poblaciones que pagaban en conjunto (Simntelías). El total del tributo a pagar se establecía cada cuatro años y era decretado por el pueblo de Atenas. La “Bulé” se encargaba de trasmitir estos decretos a la Eklesía con dos listas, una contenía el nombre de las ciudades que habían pagado y la otra el nombre de las que debían pagar. Una vez la Eklesía había aprobado estos decretos, se enviaban heraldos a cada ciudad para comunicar el “foro” debido. El retraso en el pago podía comportar una multa o mora llamada “Episfora”. Con el paso del tiempo las contribuciones elevaron la cantidad exigida desde Atenas y, posteriormente, disminuyeron debido a las amputaciones territoriales que sufrieron algunas ciudades por causa de las confiscaciones de tierras dadas a los clerucos atenienses bajo algún pretexto de supuesta rebelión o revuelta. Como vemos, Atenas endurece su legítimo poder sobre el conjunto de la Liga, con la correspondiente injerencia en los asuntos internos de las ciudades.
La concentración del poder en Atenas avanza implacable. En el año 448 a. C., se promulgó un decreto para unificar las pesas y medidas atenienses. Un año después, el decreto de Clinias establecía las normas para la recaudación de tributos. En el 444 a. C., el Tesoro de la Liga se empleó abiertamente para construcciones de la Acrópolis, a pesar de las disidencias de Plutarco:

...Con estos fondos que los griegos nos transfieren para hacer frente a las necesidades de la guerra, nosotros ornamos y maquillamos la ciudad, como una desvergonzada mujerzuela la cubrimos de piedras costosas, de estatuas y de templos que valen más de mil talentos... (PLUTARCO, Vida de Pericles, 12-14).


La crítica fundamental de Plutarco subraya la sustitución de un bien efectivo y duradero como lo eran las naves, por una financiación abusiva a base de dinero recaudado a las ciudades griegas e invertido en el lujo y la propaganda. El abuso de Atenas provocó revueltas en Eubea, Naxos y Tasos. El poderio naval de Atenas le permitió establecer un control sobre todas las regiones que pudieran rebelarse contra su orden establecido. De este modo, por la efectiva laboriosidad de sus numerosos trirremes - a recordar, un trabajo realizado por los “thetes” - al servicio de las naves, la presencia marina de Atenas en el Egeo aseguraba la paz e infundía temor y respeto en sus aliados. La talasocracia ateniense supuso, por tanto, la expresión de un férrero Imperio militar en los mares de la Hélade. Los atenienses llamaban “hipéikoi” a sus aliados, es decir, súbditos. Cabe añadir, no obstante, que la dominación de Atenas no era un Imperio político tal y como lo entendemos hoy un día. Ante todo, era un pacto entre ciudades-estados con la dominación política, cultural y económica de una de ellas. Tenemos la evidencia de cómo Atenas exigía fidelidad a sus aliados, e incluso se apropiaba de una sexagésima parte de los “foros” en beneficio propio. Pero no tenemos constancia de que ejerciera la coacción de forma generalizada para sustituir regímenes políticos establecidos por democracias de propio corte, ni un incremento excesivamente gravoso de los tributos. Fundamentalmente, todas las ciudades se beneficiaron de esta magnífica talasocracia, de la gran consistencia militar e ideológica del Imperio y, en definitiva, de la unidad representada en el esplendor de la cultura griega. Desde la base de su hegemonía en la Liga, Atenas se aseguró la fidelidad de sus aliados con otros medios. En algunas inscripciones nos llega información sobre la posible existencia de ciertas ciudades aliadas que debían aceptar la instalación de guarniciones militares llamadas “furai”, al mando de las cuales estaban los “furacas”. Atenas también ejercía su imposición territorial mediante las “Clerukías”. Se apropiaba de una parte del territorio, lo repartía en lotes ( “Kleros”, porciones de terreno cultivable), y allí instalaba a campesinos atenienses, llamados “Clerucos”. El “cleruco” conservaba su ciudadanía ateniense, aunque éste hubiese emigrado a otra ciudad de la Liga, y servía a la comunidad ejerciendo como hoplita. Digamos que las “Cleruquías” eran, en cierto modo, territorio conquistado por Atenas en tierras independientes de su circunscripción de origen. Además, Atenas estableció en la mayoría de ciudades aliadas unos magistrados especiales - de carácter temporal - llamados “Episcopoi”, es decir, vigilantes a modo de embajadores o agentes del gobierno ateniense. Éstos vigilaban el cobro del tributo, la ejecución de ciertos decretos, la protección de los ciudadanos atenienses que se encontraban en su territorio, la protección de extranjeros colaboradores y favorecidos por Atenas y - posiblemente - comparecían ante la “Bulé” de Atenas una vez concluido el cargo. Por otro lado, el trasiego de bienes y personas dentro del circuito que articulaba a las ciudades aliadas estaba contemplado a través de tratados “interestatales” o “supranacionales” llamados “Simbolai”, los cuales regulaban los asuntos particulares entre los habitantes de las distintas ciudades, o con acuerdos bilaterales de distinta naturaleza. Una civilización global sustentada en una protoidea de derecho internacional, si establecemos un símil con los parámetros del presente.

Y así se piensa que somos amigos de pleitos, nosotros que nos hallamos en desventaja en los juicios relativos a acuerdos comerciales en que somos parte contra nuestros aliados y que vemos sus pleitos ante nuestros tribunales con las mismas leyes que usamos para nosotros mismos... (TUCÍDIDES, Historia de la guerra del Peloponeso)

La mayor actividad de Atenas en el ámbito mercantil la convertía en el primer actor de ese orden internacional. No existe motivo palpable para pensar en la exclusiva intromisión de Atenas en los asuntos judiciales de sus aliados, mientras que la injerencia de Atenas fue notable en cualquier proceso que implicase un asunto de interés público o privado, asuntos que afectaban a ciudadanos atenienses o protegidos de alguna manera por el Estado de Atenas. En ese flujo internacional, cabe mencionar la expansión ateniense hacia el occidente, e indicios tempranos de comercio en las costas del Adriático e intercambio de productos con la región itálica de Etruria. La colonia de Turios, fundada por Atenas en la zona de la Magna Grecia, supuso un bastión heleno frente a la amenaza de los pueblos itálicos. Conocemos también las relaciones de Atenas con Neapolis y la amistad con Corcira, tratados con Segesta, Leontinos y Regio que le permitían la libre utilización de las rutas comerciales del occidente. La expansión hacia oriente estuvo motivada por la valiosa producción de trigo procedente del Mar Negro, pero ante todo por la necesidad de asegurar la fidelidad de aquellas ciudades en permanente contacto con fuerzas políticas, culturales y militares antagónicas a su proyecto global. La Historia persigue constantemente la mundialización de las culturas avanzadas, aquellas que han logrado una cristalización eficaz que se hace patente en una adecuada ordenación de los colectivos en todas sus manifestaciones. A partir de esta perspectiva, vemos un trabajo articulado en la estructura de la sociedad de la Atenas del siglo V. Todavía pervivían las estructuras arcaicas, pero desde la reforma de Solón se logró una situación de igualdad (isonomía) jurídica y política para los ciudadanos, lo cual generó una clara separación de la sociedad en dos bloques, ciudadanos y no ciudadanos, sin categorías legales intermedias. Respecto a los ciudadanos, como ya dijimos anteriormente, con la nueva ley de Pericles, era imprescindible ser hijo de padre y madre atenienses para obtener el título de ciudadano. Este derecho de ciudadanía implicaba tres aspectos fundamentales: el derecho a la propiedad del suelo, el derecho a participar en la vida política y el derecho a ser partícipe de los beneficios económicos de la ciudad, siendo los ciudadanos los primeros beneficiados de las rentas de la ciudad obtenidas con el pago de tributos, multas, explotaciones, etc.
Los Metecos, por otra parte, eran hombres libres (griegos o bárbaros) domiciliados en algún “Demos” del Ática, pero carecían del título de ciudadano. La actividad de los Metecos beneficiaba económicamente a la ciudad, por eso su papel era muy valorado en el conjunto social, aunque tenían que cumplir con unas condiciones económicas especiales (además de estar obligados a contribuir con los mismos impuestos que pagaban todos los ciudadanos, debían de abonar al Estado ateniense un impuesto especial: el “Metoikon”, el cual no era un impuesto gravoso, simplemente se le imponía al Meteco por su condición de no ciudadano, y si no pagaba esta suma adicional podía ser vendido como esclavo), unas condiciones jurídicas (cada Meteco debía ser respaldado por un ciudadano - “Prostatés” - que le representaba ante la justicia, aunque a partir del siglo V ya podían recurrir por su cuenta. Esto nos indica que disfrutaban de cierta personalidad jurídica). El Meteco solo estaba domiciliado en un “Demos” pero no pertenecía a la comunidad y carecía de un “demótico” como seña de identidad ciudadana. Debido a esto, su participación en la vida pública era muy limitada y le era imposible adquirir tierras, por eso dedicaron su esfuerzo a la producción en actividades mercantiles, artesanas, bancarias, etc, de las que tanto beneficio sacaba el conjunto social, por eso el Estado siempre incentivó la presencia de los Metecos, los cuales con el paso del tiempo asimilaron la ideología ateniense y avanzaron en la consecución de sus derechos.
Los esclavos estaban excluidos de todo el ordenamiento social de Atenas. Pertenecían a un dueño y carecían de personalidad jurídica, sin derechos legales, sin poder recurrir a los tribunales, sin participar en la guerra ni, en consecuencia, entrar a formar parte de unos valores esenciales del espíritu de la época. Había esclavos públicos (pertenecían al estado), privados o domésticos (pertenecían a particulares). En cuanto al papel de la mujer en la sociedad de la Grecia clásica, su condición jurídica era casi inexistente, solo era un cauce de transmisión del derecho de ciudadanía a sus hijos, sin poder adquirir propiedades, siempre bajo la dependencia del varón. En el ámbito económico, la Grecia del siglo V entendía la economía como el arte de la buena administración doméstica y el ahorro del patrimonio, y no parece ser una actividad con categoría autónoma - según señala P. Vidal-Naquet - sino más bien vinculada a la política y a la religión, con lo cual hay que entender este conjunto de actividades como una tradición unitaria de creencias y modos de relacionarse con el entorno que hermanaba a todos los individuos desde una esfera espiritual hasta aquella en la que tienen lugar la creación de bienes materiales, de lujo o de subsistencia. La agricultura y la ganadería eran la principal actividad, siendo el laboreo en el campo un “modus vivendi” muy cercano a las divinidades de la naturaleza, la raíz de la civilización y la huella impresa desde la revolución neolítica. En el Ática predominaba el campesino autónomo poseedor de pequeñas propiedades de tipo familiar, la cual no solo era valorada como un bien o medio económico, sino una forma de “status social”. Es decir, la seña de posición social era una tradición de orden material, moral y religioso. Nunca se ha insistido lo suficiente sobre el beneficio que ello comporta a la salud económica y moral de los individuos, y el perjuicio que supone desarticular dicho corpus de sinergias sociales. La artesanía la ejercían los que no poseían tierra, gente de los estratos más bajos de la sociedad. “Demiurgos”, itinerantes, Metecos, aventureros venidos de tierras lejanas. La mayoría de estas actividades se desarrollaban en pequeños talleres con condiciones muy modestas. La producción cerámica es la más significativa, especialmente la cerámica pintada del Ática que se difundió por todo el mediterráneo, abasteciendo mercados griegos y no griegos. El trabajo organizado en torno a la confederación, en suma, abrió todos los caminos para el mercader y el campesino, conviviendo en armónica conjunción de derechos y deberes ciudadanos. Sin apenas margen para el engaño, el secretismo o el miedo al oponente.

jueves, 2 de julio de 2009

Atenas: cristalización de valores y emergencia de un nuevo orden

Si contemplamos la situación socioeconómica de aquellos tiempos desde una perspectiva genética, en la península del Ática hallamos el paradigma idóneo de movimiento perfectibilista que va emergiendo al aprovechar la influencia de pensadores singulares y de una tecnología al servicio de la mentalidad marinera y mercantil. El camino hacia la democracia impuso un orden jurídico-científico en detrimento de la imagen espiritual de una prerrogativa y una naturaleza definidora del orden social que emanaba de los antepasados y de la figura a ellos asociada, la ideación mitológica que cohesionaba el orden en torno a los iniciados, los elegidos y los que vencían en la batalla. La meritocracia reducida a un ámbito esencial, y de esta forma fácilmente podía ser gestionada por las élites. Atenas vio otro destello en medio del cambio. Es una de las ciudades más antiguas del Egeo, vinculada a los pelasgos, su población fue la síntesis entre diferentes pueblos indoeuropeos que invadieron la península en torno al año 2.000 a. C. Por tradición decimos que eran gentes jonias, y el testimonio de Solón parece corroborarlo, así como el de los griegos del Asia Menor, los cuales consideraban que de los jonios recibieron su lengua y nombre y las estructuras sociales de carácter tribal y gentilicio. Poseidón y Atenea fraguaron batalla por la posesión del Ática, y venció ésta última diosa para convertirse en su protectora en época del legendario monarca Erecteo, quien instituyó las fiestas de las Panateneas. Pero es Teseo la leyenda que constituye la explicación cosmogónica de Atenas. Él impuso la unidad en el Ática mediante un proceso de sinecismo y proclamó a Atenas como capital del Estado, dotándola de los edificios públicos esenciales. Esto, claramente, no responde a datos historiográficos sino a una imagen cosmogónica que define la identidad de la cultura ateniense y la sostiene con un mito fundacional. Teseo derrotó al minotauro, y de su sapiencia alquímica adquirida al superar éste la prueba del laberinto de Creta surgió en la Historia el germen de nuestra civilización. Era, pues, Atenas en sus inicios una monarquía establecida por los grandes linajes de la tradición, dos dinastías que se disputaban el trono: Erecteidas y Medóntidas. El paso de la monarquía a la aristocracia - tal y como ya vimos en la evolución de la sociedad micénica hasta la era arcaica - es un movimiento progresivo que ilustra la rivalidad entre los miembros de las élites. De hecho, podemos entender a la aristocracia como manifestación de esa necesidad de repartir el poder en favor de una mayor participación de individuos que pertenecen a la élite, lo cual - entendido como un complejo orden sistémico - requiere un mayor control de los actos y los pensamientos de cada uno de los miembros que componen esa esfera social. Sus miembros asumieron distintas funciones como magistrados: el Arconte epónimo, ejercía el poder ejecutivo. El Arconte basileus, conservaba las funciones religiosas. El Arconte polemarca, jefe del ejército y juez en procesos relacionados con los extranjeros. De forma paulatina se acentúa la división de los cargos y el número de Arcontes crece hasta los nueve miembros al añadirse seis más, apareciendo el Arconte Thesmóthetes, ejecutivos en la administración de justicia. Partiendo, pues, de un monarca, la Historia tiende a concretar las distintas funciones del poder y así alcanza mayor eficiencia en la gestión de una globalidad - unas necesidades únicas, similares, pero divergentes en cada individuo, comunidad, espacio y tiempo - que necesita, en cierto modo, ser reconocida en la pluralidad y la singularidad de sus partes. La vida política parece seguir la misma secuencia que la del árbol de las especies biológicas, imagen general del mecanismo que parte de la mitosis celular. Los arcontes que abandonaban su cargo - dotados de la experiencia y el conocimiento acumulado en su función - pasaban a constituir el Areópago, y en esa institución sometían a exámen a los magistrados y los supervisaban, velaban por el cumplimiento, conservación y mantenimiento de las leyes, administraban los asuntos importantes de la ciudad y castigaban a los delincuentes con multas pecuniarias o torturas físicas. Todo, en definitiva, encaminado a preservar el régimen aristocrático y a sus instituciones tradicionales. Existía una asamblea popular (Eklesía) con funciones muy limitadas, tal vez designaba a los magistrados. En las Naucrarías gestionaban la distribución y organización de cada circunscripción naval. Las distintas naucrarías proporcionaban al Estado una nave equipada para cualquier vicisitud militar o mercantil. Un organismo, en síntesis, que optimizaba sus fuerzas desde las partes hacia el todo, y viceversa, ensayo de democracia venidera que hasta llegado el momento continuaría sometido al orden jerárquico tradicional. La estructura social no tenía diferenciación alguna respecto al patrón gentilicio que organizaba y definía la identidad colectiva de los individuos en torno a las secuencias de ascendientes y descendientes. Las familias centraban todo el orden de la sociedad y el Ática quedó dividida en cuatro tribus - Gelcantes, Gicoreis, Argodeis y Hopletes - en función del parentesco. La honorabilidad y el prestigio dependía del linaje. Cada tribu tenía un jefe, la cual a su vez se dividía en tres “Fratrías” (hermandades) cuyos miembros se reconocían entre sí como parientes por ser descendientes de un antepasado común. Integrados en la estructura de la “fratría” estaban los “Orgeones” que se reunían en torno a un culto o divinidad, no obstante eran de origen extranjero y eran acogidos por alguna “fratría” que les proporcionaba el estatus de ciudadanía. Cada “fratría” se subdividía en clanes (Gene o Genos) constituidos por familias. Pocas de esas familias formaban parte de la aristocracia. En ese conglomerado de familias se distingue una desigualdad en base a la profesión o a las posibilidades económicas. Los “eupátridas” (bien nacidos) eran la aristocracia terrateniente que dominaba al resto de la sociedad, acaparando poderes y cargos públicos. Los “Geomores” (agricultores) poseían pequeñas extensiones de tierras, las menos fértiles. Los “demiurgos” eran artesanos, personas marginales o descendientes de extranjeros, sin derechos ciudadanos, aunque a través de los “Orgeones” podían de algún modo participar en la vida ciudadana. Los “Thetes” (jornaleros), trabajadores asalariados, libres y sin derechos de ciudadanía, fueron admitidos en las tribus. La ascendencia y el orden gentilicio definía, por tanto, el poder ostentado, mientras que la clase desarraigada, comerciante y artesana, los hijos de su trabajo y de la propia voluntad, permanecían sojuzgados y dependientes de las clases superiores hasta los tiempos de emergencia comercial y manufacturera - en los siglos VIII y VII - que propiciarían un aumento de ingresos para estos desheredados, aunque Atenas no buscó su solución económica y social en la colonización y este factor retrasó considerablemente la evolución socioeconómica de Atenas comparada con la del restante mundo griego. La manufactura y el comercio de cerámicas, así como los intercambios comerciales con otras zonas del Egeo, provocó la transformación de la sociedad ateniense, a su debido tiempo. Mientras la clase comerciante afianzaba su prosperidad económica, el pequeño y medio campesino se empobrecía ahogado por las deudas debido a un mal reparto de las tierras. Esto les obligaba a pedir préstamos y a hipotecar sus propias vidas y sus tierras como garantía a sus credenciales, lo cual los situaba en riesgo de ser vendidos como esclavos, además de estar obligados a entregar una sexta parte de la cosecha. De ahí una crisis social en la que los artesanos y comerciantes enriquecidos que aspiraban a participar en la vida política ateniense apoyaron a las clases humildes que necesitaban una mejora en sus condiciones de vida. Estamos en el siglo VII a. C. a las puertas de una larga evolución social y política que indica la lucha contra las oligarquías del mito gentilicio auspiciada por los hijos de su trabajo y de la tradición productiva que Hesíodo reivindicaba como un bien sagrado. En realidad, en toda época antigua la sociedad ha sido gobernada por los más capaces y productivos, al menos en origen. La variación de los estamentos privilegiados atiende a los valores predominantes que han triunfado en una sociedad determinada o a la fosilización de un segmento de la sociedad que en principio demostró su valía hasta que - en la voluntad de mantener su privilegio - fundó un mito que legitimaba el poder de determinados colectivos, pasando de una sociedad dinámica de hombres emprendedores a una sociedad estática de clubes cerrados y élites poderosas por la gracia de los dioses...

Así pues, con las nuevas fuerzas sociales tomando conciencia de su potencial se hizo imperativo una regulación jurídica con la creación de convenciones escritas a modo de leyes sagradas que ayuden a cohesionar un Estado al borde del caos civil y político. En un primer paso fueron nombrados seis legisladores que acometieran la tarea, pero el proyecto fracasó y Dracón - en torno al año 624 a. C. - fue quien estableció un trabajo previo de fijación de leyes abiertas a todos los estamentos sociales. Ello disminuyó la arbitrariedad de los “eupatridas” en su habitual aplicación de tipo consuetudinario, pero seguían monopolizando la vida política. Entonces aparece la figura de Solón, legislador eficaz y legendario para nuestra tradición, siendo el representante de una progresión esencial hacia la configuración del Estado moderno: establecer el consenso jurisdiccional bajo la inspiración de un orden ideal, cuasi divino en la concepción de la “Eunomía”, el buen gobierno sostenido en una justicia inquebrantable que apela a la responsabilidad del hombre ante sus propios actos, estableciendo una diferencia entre la religiosidad y los problemas sociales. Fue, además, un político visionario que vislumbró la caducidad del poder gentilicio y reconoció la emergencia de introducir a la clase artesana y comerciante en el concierto de decisiones y trabajos en las distintas instituciones. Empezó a trabajar con el propósito de eliminar la opresión a los más débiles al tiempo que quiso - y lo logró en principio - evitar la indignación de los poderosos que perdían sus privilegios. Todo esto implicaba una empresa muy ambiciosa que suponía llevar a cabo la reforma económica, social y legislativa. Redactó leyes en tablillas, palabras inmortalizadas sobre la arcilla que eran un derecho común que todos podían conocer y debían respetar, abarcando todos los campos que necesitaban de una legislación: penal, político, civil y comercial. En el 594 a. C. Solón adquirió la titulatura de arconte con poderes extraordinarios, lo cual le permitió aplicar su paquete de reformas. La Reforma Social acometía tres puntos esenciales: la “Seisactía” o cancelación de las deudas, la división en clases sociales bajo un nuevo criterio y las normas legales de derecho familiar y público. Con la aplicación de la “Seisactía” pudo aliviar la deplorable situación del campesinado, cuya hipoteca se había traducido en una esclavitud de facto. Solón disminuyó la tasa de interés y prohibió el que las personas fuesen garantes del préstamo recibido. Esto hizo que el campesino ganara independencia y libertad individual. A lo largo de la Historia, la deuda se ha revelado como un mecanismo ineludible en tanto que permite financiar- mediante el préstamo - la iniciativa y la necesidad humana que siempre se anticipan a los recursos reales, pero a la vez - utilizando ese impulso innato y común a nuestra especie - es un instrumento (insisto, ineludible) que las élites aprovechan para mantener al resto en estado de dependencia y sumisión (nótese la intrínseca relación existente entre deuda y pobreza). Éste es un proceso que en la Atenas del siglo VI seguía el patrón marcado por necesidades indispensables de subsistencia, con un alimento y un hábitat básico. En el mundo antiguo, legisladores y gobernantes se preocupaban por cancelar las deudas cuando éstas alcanzaban un numerario inasumible para las rentas de la sociedad en su conjunto, contrariamente al mundo de hoy en el que hay una tendencia a generar deuda de forma indefinida, lo cual despeja el camino hacia la experimentación financiera. En la historia moderna - y con una mayor aceleración a partir de la segunda guerra mundial - dicho proceso ha sufrido un grave trastorno debido a que el bagaje tecnológico de nuestro tiempo ha puesto a disposición de las élites un programa generador de estados, modelos y necesidades ilusorias, un simulacro adicional o supletorio de un estado psicológico o material que se pretende idílico en el imaginario del individuo y del colectivo que somos. Optimizar la sinergia entre las necesidades que podemos crear, cubrir y luego incentivar en un modelo de producción ajustado con la energía disponible (incluye medios fisico-químicos, la creatividad y demás fuerzas psíquicas) es una tarea imprescindible si se quiere hacer del trabajo una participación racional, feliz y constructiva en un orden plausible, teniendo en cuenta que cada individuo es - en sí mismo - una necesidad, un contrapunto, una aptitud distinta que emerge de una naturaleza común a la especie. De lo contrario el trabajo no es trabajo, sino una pieza-autómata de la Gran Maquinaria que genera productos únicamente destinados a justificar y sostener la deuda que las élites aprovechan para mantener su monopolio en el concierto de los actos mundiales y locales. En pocas palabras, un despilfarro de talentos, de energía y de medios. En definitiva, encontrar la óptima sinergia es el mayor reto en cualquier época y sociedad, aunque en el mundo actual el problema se ha agravado como tal vez nunca ha sucedido en la Historia. Nuestro presente expresa la encrucijada que nos obliga a elegir entre la realización personal como base para ese trabajo que construye un mundo no perfecto ni necesariamente perfectible, sino consecuente con la tarea de ser humanos que asumen la responsabilidad de gestionar un mundo contradictorio a su parecer, diverso e insuficiente respecto a sus inquietudes, y el hedonismo como base de una sucesión global de imágenes mecanizadas que imponen el progreso hacia ninguna parte.
En su magna labor de Reforma social , Solón quiso terminar con los derechos de casta, adaptando los derechos y deberes de los ciudadanos a sus respectivas rentas, procediendo a la división de la población en cuatro clases. Este sistema político, en el que en función de la renta de cada clase (unidad de medida: medimno) se le adjudican ciertos derechos políticos y responsabilidades, se conoce como timocracia (timokratia). Los Pentakosiomedimnoi (Pentacosiomedimnos): producen más de 500 medimnos. Los Hippeis: son los que producen más de 300 medimnos. Su nombre proviene de su pertenencia a la caballería (pueden permitirse pagar un caballo). Los Zeugitai: son los que producen entre 200 y 299 medimnos. Son la masa de los labradores o pequeños campesinos que formaban el ejército hoplita (podían pagarse el casco, la espada corta, la coraza...) Los Thetes: producen menos de 200 medimnos.
En la Reforma constitucional estableció un régimen que llamamos Timocracia ("gobierno basado en la tierra"), u Oligarquía ("gobierno de los pocos"), ya que sólo permite el acceso a las instituciones de gobierno superiores a aquellos que poseen las mayores propiedades. Anteriormente sólo los nobles controlaban estas instituciones. Por tanto, la Constitución Soloniana significa una pérdida de poder político para la nobleza y una extensión de éste hacia capas medias de la sociedad. La Constitución de Solón fue meritoria porque a través de la riqueza, permitió el acceso a la acción política a personas ajenas a la nobleza (mercaderes y comerciantes enriquecidos en el intercambio con las colonias mediterráneas, por ejemplo). Además, fue la primera constitución escrita, lo cual ayudó a terminar con las arbitrariedades de los jueces. De este modo, las capas medias trabajadoras de la sociedad lograron una cuota considerable de participación política. La Timocracia significó la división de la población en cuatro clases según los "medimnoi" producidos por una persona. La riqueza determinaba la participación política porque sólo los Pentakosiomedimnoi y quizá los Zeugitai podían optar al "arcontado" (magistraturas ejecutivas). Por tanto, la participación en el Areópago estaba limitada a ellos. Sólo las tres clases superiores podían participar en el ejército, al poder pagarse las armas necesarias. Los Hippeis ("caballeros") podían también pagarse un caballo. El Areópago o Consejo Aristocrático, en época monárquica había sido el Consejo del Rey. En época monárquica se llamaba Bulé, pero cambió su nombre cuando Solón creó la nueva Bulé. En época de Solón fue mantenido como un consejo prestigioso que supervisaba el gobierno de la ciudad, el trabajo de los magistrados, opinaba sobre el gobierno y actuaba como tribunal para delitos graves y de sangre. No podía decidir, pero la Ekklesía intentaba contar con su favor. Estaba compuesto de forma vitalicia por aristócratas, familias poderosas y por los exarcontes.
La Bulé, nuevo órgano creado por Solón, era un Consejo de Cuatrocientos ciudadanos (cien de cada tribu del Ática). Los thétes estaban excluídos de la vida política. Hay dudas sobre sus funciones en época de Solón. Se cree que se ocupaba de proponer leyes y de preparar las reuniones de la Ekklesía. La Ekklesía o Asamblea Ciudadana era la que tomaba todas las decisiones de política interior, exterior, legislativa, judicial y ejecutiva, pero necesitaba la aquiescencia y consejo del Areópago y la Bulé. La Ekklesía elegía a los arcontes, y por tanto, elegía indirectamente a los nuevos miembros del Areópago. Estaba compuesto por todos los ciudadanos mayores de dieciocho años, varones. Delegaba su poder ejecutivo en los nueve arcontes y su poder judicial en el Areópago (tribunal para los casos de homicidio voluntario) y en la Heliea (tribunal ciudadano). La Heliea era un Tribunal de Justicia Ciudadano, compuesto por ciudadanos elegidos por sorteo. Además, en el plano económico, fijó un sistema de medidas y monedas, introdujo modificaciones en agricultura e impulsó la artesanía y el comercio. En síntesis, la sociedad ateniense empezó a liberarse del estatismo que promulga la tradición gentilicia en favor de una renovación de los talentos que regeneran la vida política con una nueva filosofía en todos los ámbitos de acción. De cualquier modo, cabe suscitar la sospecha de que la fuerza social emergente en un proceso revolucionario como el llevado a cabo por Solón - los mercaderes y productores innovadores del presente - puede llegar a ser la aristocracia del futuro si con el transcurso del tiempo termina cristalizando los valores y la estética representada en dicha fuerza social. Los movimientos eugenistas de principios del siglo XX son buena prueba de cómo las élites intelectuales y políticas que crecieron al calor del liberalismo y de la ética protestante retornan a la tentación de construir el fundamento del poder sobre una base biológica, una herencia sanguínea convertida en nobleza (tenemos el ejemplo actual en la conexión familiar existente entre el clan Bush, el cual ha protagonizado dos legislaturas fundamentales en la historia reciente de los Estados Unidos de América, y la monarquía de Inglaterra que perpetua una dinastía muy representativa de la alianza anglosajona, la cual opera como uno de los máximos estamentos del poder mundial), un perfectibilismo que dirige sus tentáculos hacia la promesa de la biotecnología con el objetivo de provocar la mutación de la especie y el subsecuente nacimiento de la nueva humanidad. Un asombroso sincretismo dado en la integración del ideal democrático con el antiguo orden estamental gentilicio. Y esto esta sucediendo en pleno siglo XXI, en ciertos sectores de la élite mundial, aunque seguramente su relevancia política es insignificante comparado con lo que se nos ha dicho en las soflamas de la corriente conspiranoica.

El esfuerzo de Solón no pudo eliminar la tensión relativa al fervor tradicional de unas castas que veían legitimado su poder a pesar de las reformas. Pronto surgieron las consabidas disputas entre las distintas facciones de la nobleza, apareciendo tres grupos políticos (“Paralios“, “Pedieos” y “Diacrios”) que básicamente representaban tipos diferentes de ricos, aquellos que se habían enriquecido con el auge de la actividad comercial y artesanal, enfrentados a la aristocracia. En medio del caos social y político irrumpe la figura del más conocido tirano de Atenas, Pisístrato, quien supo aprovechar las oportunidades que ofrecían las rivalidades entre “Paralios” y “Pedieos” y la que respondía a su propio prestigio adquirido en las luchas contra Megara. Siguiendo el perfil habitual que define el papel que las tiranías ejercieron en la Hélade, en torno a los años 561- 560 a. C. Pisístrato usurpó el poder ganando a la vez el favor y la simpatía del pueblo mediante una conspiración con la cual engañó al pueblo fingiendo ser atacado y llegando malherido con su carro al ágora. Inmediatamente solicitó ante todo el pueblo de Atenas una guardia personal para que lo protegiera, y pronto se le concedieron las prerrogativas necesarias para su función. Impuso su tiranía en tres ocasiones - aunque este punto es discutible por la disparidad de las fuentes de las que disponemos - intercaladas entre dos períodos de exilio. La política de Pisístrato supone un magnífico ejemplo de eficiente gestión en una época necesitada de férreas decisiones que puedan mantener el orden público. En líneas generales, destaca su tendencia sistemática a favorecer a los más humildes, quienes a su vez eran sus máximos partidarios, el interés en activar y desarrollar la economía en el Ática y una preocupación por lograr la paz y unas buenas relaciones con el exterior. En política interior realizó confiscaciones, aunque esto no supuso la hostilidad de toda la esfera aristocrática sino que contó con el apoyo de algunas de las familias principales, e incluso las incorporó a su arcontado. Respetó las instituciones y la legislación establecida por Solón, y supo aprovechar dicho germen para llevar a Atenas a un desarrollo fundamental en su camino hacia el esplendor del siglo V. En materia económica, el mundo agrícola vio como mejoraban sus condiciones gracias a las debidas confiscaciones y a la concesión de préstamos que permitieron mejorar la calidad de las tierras y los sistemas de cultivo. Los comerciantes disfrutaron unas reformas que integraron a Atenas en la exuberante actividad comercial del mediterráneo con una intensidad nunca vista hasta entonces, con las ineludibles modificaciones en el sistema monetario - en las que Pisístrato potenció las acuñaciones áticas - que devino en la unificación de la moneda y la dotó de gran calidad por su aleación y por la belleza de su estampa, protagonizada por la diosa Atenea y la lechuza que simboliza a la ciudad y a su culto. Favoreció también a la industria y a la manufactura, reforzó la flota naval mediante una gran actividad en las naucrarías. La religiosidad ganó sentimiento y estética suntuosa, con el impulso dado a las fiestas Panateneas y al fervor por Dioniso, el cual emanaba desde el campesinado, pero pronto se integró en la vida religiosa de la ciudad. También protegió el culto a las diosas Demeter y Perséfone, protagonistas de los ritos de iniciación en el santuario de Eleusis. Cabe decir que Pisístrato potenció las religiones mistéricas, elevándolas a la categoría de estatales, lo cual señala al gran tirano de Atenas como un rector implacable en todas las esferas de la vida, tanto en el despliegue suntuario de obras públicas que embellecían la ciudad (a la vez que expresaba una política de prestigio) como en el énfasis puesto en la vida espiritual, en la cultura, el valor de los artistas y de los grandes pensadores de aquellos días. Una completud de factores que resultó en una civilización que rozó un esplendor precedente a la venidera perfección clásica. Mencionar, por último, la inteligente política exterior llevada a cabo por Pisístrato, favorecedora del desarrollo económico y la expansión comercial de Atenas y encaminada a afianzarse en un poder que había tomado de forma ilegal, una inseguridad que aplacó desplegando una diplomacia que le permitió obtener apoyos para reforzar su poder, buscando contactos y alianzas con el objeto de facilitar la posición de Atenas en todo el entramado comercial y político del Egeo y del mediterráneo en su conjunto. Tras la muerte de Pisístrato vino el declive de su dinastía representada en las tribulaciones de Hipias e Hiparco. Clístenes heredó, a pesar de toda la evolución anterior, una situación de lucha entre los partidarios de las oligarquías y los que querían continuar la reforma iniciada por Solón hacia la plena democracia, siendo Clístenes un aguerrido defensor de ésta última idea. Iságoras, en connivencia ideológica y militar con Esparta, representó los intereses de los oligarcas. Con la victoria de Clístenes las fuerzas espartanas se retiraron de Atenas y perdieron toda esperanza de instaurar un régimen oligárquico en el Ática. Aquí esta el origen de la tradicional rivalidad política entre Atenas y Esparta, expresión primera del inmovilismo enraizado en la tradición de Esparta, y del cambio y progreso hacia un nuevo orden global que representaba la democracia ateniense. Primer flujo claramente reconocible de lo que unos pocos milenios más tarde identificamos en la polarización de la Izquierda y la Derecha. Éstas son, en realidad, dos formas distintas de articular un mismo poder: canalizar la influencia directamente desde una minoría privilegiada que ejerce la autoridad inspirada en la Tradición, o desde la voluntad popular que prescinde de dicha Tradición y deposita un voto condicionado por la información recibida a través de siglas y enunciados que emergen desde la prensa y los medios en general, con ausencia total de un debate profundo y matizado que verdaderamente permita conocer la amplitud y profundidad de los problemas sociales. La Grecia de Pericles pudo ejercer una voluntad popular basada en la acción cívica directa, donde cada actor de la vida pública representaba de primera mano los problemas e intereses de cada sector de la sociedad. Veamos cómo Clístenes despejó el camino. Asciende al arcontado en el año 508 a.C. Podemos dividir su reforma en dos coordenadas. La primera de ellas, de orden territorial y administrativa, supone cambiar el concepto de sociedad humana, desde la tradición aristocrática que valora la humanidad por la pertenencia a un clan familiar a la idea de igualdad que distingue a los individuos por su circunscripción geográfica y su capacidad productiva, simple y llanamente. El objetivo de esta reforma, no obstante, era eliminar los principios gentilicios que imponían la autoridad del linaje privilegiado con el objetivo de hacer que la vida pública estuviera más abierta a la participación de un mayor número posible de sectores sociales. Dividió a la población en tres agrupaciones: “Demos“, la unidad administrativa que utilizó Clístenes para configurar su distribución territorial, inicialmente eran nucleos rurales aunque incluyó a la comunidad urbana. Se calcula que hubo entre cien y ciento cuarenta “Demos”, y cada “Demos” tenía entre cien y trescientos ciudadanos adultos. El “demótico” era un nombre que se le adjudicaba a cada ciudadano, mediante el cual se indicaba la comunidad geográfica de pertenencia, al tiempo que marcaba su identidad como ciudadano. El territorio que alumbra la conciencia de un individuo - y la consecuente tradición emanada del ambiente específico - es efectivamente la verdadera patria y condición que articula y cristaliza la relación con sus semejantes, aunque la creación artificial de comunidades utilizada por Clístenes excluía a los valores de la tradición póstuma a la “koiné” y al carácter globalizador que permanecía en la estructura ideológica en cualquier región griega. Pero, en otro sentido, igualar a los ciudadanos en derechos cívicos diferenciándolos por su territorio original es una idea que fortalece los vínculos socioambientales. Cada uno de los “Demos”, además, era una comunidad en cierto modo independiente. Tenía su propia asamblea celebrada en el ágora, y elegían a su propio dirigente, el “demarca”. Gestionaba sus finanzas locales y administraba los bienes comunales. Tenía sus propios cultos y festividades y confeccionaba las listas de sus ciudadanos. Cada “Demos” tenía representación en la bulé de Atenas, ofrecía a sus ciudadanos para ejercer la milicia y la participación de todos en la gestión de los asuntos locales supuso un magnífico aprendizaje en su formación política.
La “Tritties”, siguiente división poblacional, indica treinta circunscripciones o distritos de población, sobre las que poco o nada conocemos. Por último, las Tribus. Clístenes creo artificialmente diez tribus que sustituyeron a las tribus tradicionales del orden gentilicio, con circunscripciones únicamente territoriales y formación heterogénea. Cada tribu aportaba un batallón hoplita y su regimiento de caballería al frente del cual estaba el “estratego”. La importancia última de las tribus era la configuración institucional, pues cada una de ellas asignaba anualmente y por sorteo a cincuenta de sus miembros que formarían parte del consejo de la ciudad o “Bulé”. Así pues, cristalizaba la idea de una sociedad de iguales (isonomía) en la que desde la autonomía y singularidad de sus partes quedaba establecido un orden global ejecutado con relativa perfección. Sacrificar un legado genético-biológico y una tradición velada por los “aristoi” - herederos y depositarios, nunca hay que olvidarlo, de unos valores revelados en grandes hazañas que conformaron la nobleza de espíritu - por la isonomía establecida mediante la mezcla indistinta de ciudadanos corrientes es definir la “areté” en la convivencia y la convención que posibilita la libertad democrática. Quizá ésta sea la encrucijada que necesita de una solución realista en cualquiera de los tiempos, aunque en mayor grado para nosotros, perdidos entre la pulsión del igualitarismo y la necesidad de encontrar a héroes que además de ser capaces de competir con efectividad económica, puedan ser un modelo para la nobleza de espíritu que nuestro tiempo necesita con urgencia. Y lo cierto es que aquellas que antiguamente fueron Hermandades cuya razón legítima era la tradición definida en el parentesco, tras la supresión del orden gentilicio irrumpe en la edad moderna un nuevo tipo de Hermandad constituida por oligarcas que marcan con sus tácticas financieras el rumbo de los mercados, la creación o destrucción de empleo y, en suma, la economía que de inmediato, día a día, rige nuestras vidas.

En el orden institucional, Clístenes adoptó una posición continuista con las instituciones existentes, mantuvo incluso al Areópago (reducto de la aristocracia más tradicional), aunque despojado de algunas de sus anteriores atribuciones en favor de otros sectores ciudadanos. La “Bulé”, consejo de los quinientos, base de la soberanía popular, formado por cincuenta “buletas” escogidos en cada tribu por sorteo. Sus miembros tenían que ser mayores de treinta años, solo podían ejercer el cargo dos veces en su vida y su duración era un año. Clístenes estableció un juramento para los buletas, por el que quedaban comprometidos a aconsejar conforme a las leyes y a obrar para el bien de la comunidad. En la “Bulé” preparaban las sesiones de la Eklesía en torno a cualquiera de los asuntos públicos. La Eklesía era la asamblea popular, y en ella todos los ciudadanos podían participar con voz y voto. Allí decidían - por encima de la Bulé y el Areópago - los asuntos públicos tras un informe previamente preparado en la Bulé. Tenían competencia en las cuestiones financieras y tomaban decisiones respecto a la guerra y la paz, votaban las magistraturas y censuraban cargos salientes. Otra institución era la “Heliea”, tribunal popular que sufrió una reestructuración en la aportación de las tribus. En las magistraturas, los arcontes seguían siendo miembros de la aristocracia, pero - al igual que el Areópago - vio modificadas algunas atribuciones. Se introdujo a un secretario Thesmothetes para que cada tribu pudiera asignar a un miembro del colegio del arcontado. Y, en fin, modificó el calendario lunar en contra de la tradición aristocrática e isntauró el ostracismo como medida preventiva frente a cualquier aristócrata o ciudadano que pudiera ser sospechoso de violar el nuevo orden basado en la “isonomía” o de ser partidario de retornar al viejo orden. Clístenes, en definitiva, fundó un primer modelo de Estado que sirve de guía a lo largo de los siglos hasta hoy. Su problemática esencial - disminución del factor meritocrático y de la teórica jerarquización entre individuos y comunidades bajo criterios cualitativos en favor de una mayor participación política en términos cuantitativos - sigue esperando la idea que optimice el aprendizaje recibido en dos tradiciones de necesaria y profunda comprensión a todos los efectos. Si el campesinado - por su vínculo con la tierra, del cual surge una deificación de la naturaleza y el consecuente orden tradicional de héroes y dioses sostenido por los "aristoi" - simpatiza con un modelo oligárquico, la primera tradición conservadora, la clase compuesta por la iniciativa de mercaderes y comerciantes generalmente es partidaria de una democratización política que le permita ascender en la escala de influencia sobre el conjunto social. De esta forma, en la edad moderna la burguesía consolidó su poder en una época óptima para el desarrollo tecnológico que posibilita la utilización de la experimentación financiera hasta límites desconocidos, la manipulación informativa que deforma la verdadera naturaleza de las operaciones bursátiles, la impunidad de una demoniaca especulación que esta jugando con los recursos mundiales de nuestro tiempo. A modo de ejemplo, termino el artículo de hoy con una noticia reciente y que nos remite a la idea explicada; la posibilidad de que nuestra civilización - regida por el orden financiero de los mercaderes que impulsaron la democracia - esté en manos de una Hermandad cuasi secreta de oligarcas inspirados únicamente en su egoísmo, según lo que de momento podemos apreciar desde nuestra posición de ciudadanos vapuleados por la marea de la desinformación. Y es que, por otro lado, en España los datos referentes al número de parados en el mes de junio señalan la cifra real de 4.956.195, rozando la temible cifra de los 5 millones de desempleados ( según datos del INEM: http://www.inem.es/inem/cifras/datos_avance/datos/datos_2009/AV_SISPE_0906.pdf, consúltese la página 13 ) frente a los 3,5 millones de parados registrados que ha publicitado el gobierno con la complicidad de prensa y televisión. Imposible ejercer la libertad y la participación cuando los propios ciudadanos se desentienden de la realidad y nadie alza su voz para denunciar la mentira.



El 'broker' que disparó el precio del petróleo.

Las operaciones no autorizadas del agente causaron pérdidas millonarias

Actualizado viernes 03/07/2009 11:41

Efe

Londres.- El súbito incremento de los precios del crudo registrado el jueves, cuando alcanzaron su cota más alta este año, se debió a una maniobra especuladora no autorizada de un 'trader' en el mercado del Brent y causó pérdidas por cerca de 10 millones de dólares.

PMV Oil Associates, la mayor de las firmas dedicadas al comercio de petróleo extrabursátil ('over the counter'), dijo haber sido "víctima de una operación no autorizada", informa el diario 'Financial Times'.

"Como resultado de una serie de operaciones comerciales no autorizadas, PMV se encontró con importantes volúmenes de contratos de futuro. Cuando se descubrió esto, se cerraron las posiciones", afirma la empresa en un comunicado.

Los contratos de futuro obligan a comprar o vender un número determinado de barriles de petróleo en una fecha futura y con un precio establecido de antemano.

Los agentes que operan en Londres y Nueva York atribuyeron el incremento excepcional de la actividad y el fuerte aumento de los precios en las primeras horas del martes a operaciones no autorizadas aunque algunos pensaron en un principio que tal vez se debía a un acontecimiento geopolítico.

"Los volúmenes negociados y los precios se incrementaron en más de un dólar el barril sin justificación aparente", dijo un 'trader' en Nueva York.

Según los expertos, más de la mitad de las actividades extraordinarias del mercado pueden atribuirse a la maniobra especuladora de este agente mientras que el resto se debió a que otros decidieron seguir la tendencia.

El 'Financial Times' ha identificado al responsable: se trata, según el periódico, de Steve Perkins. El consejero delegado de PVM, David Hufton, ha criticado con frecuencia a los especuladores que operan en el mercado del petróleo

"Si no existiesen los mercados de futuros, los precios (del crudo) serían mucho más bajos", afirmó en una ocasión.



Fuente:http://www.elmundo.es/mundodinero/2009/07/03/economia/1246614117.html
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