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domingo, 19 de julio de 2009

La guerra del Peloponeso: gana la oligarquía.

Entre los años 431 y 404 a. C. se desarrollaron los acontecimientos de la Guerra del Peloponeso, el conflicto global al que hay que entender como la lógica consecuencia de un período de oro y expansión que identificamos en la “Pentecontecia” de Pericles. A ciclos de expansión y plenitud le sucede una contracción que en ocasiones es gradual - por ejemplo, la crisis actual que arrancó en la segunda mitad del año 2008 - y en otras desemboca en fuertes estallidos sociales o bélicos que pueden destruir el modélico orden que los precedió. La Guerra del Peloponeso fue similar a lo que entendemos por una guerra mundial, con dos bloques que aglutinan y enfrentan a las ciudades principales de una civilización que se encontraba en su mayor auge cultural y económico, y con la disputa ideológica que enciende la razón aplicada al uso de la violencia, venga ésta de donde venga. Esparta y Atenas encabezaron la contienda, cada una de ellas representante de dos maneras de articular el poder y de encauzar el futuro. Nadie puede indicar los motivos exactos que provocaron el estallido de la guerra, pero nos consta que ya en aquellos tiempos el populacho sufrió la manipulación de sus dirigentes. Veamos el testimonio de Tucídides:

La guerra fue iniciada por los atenienses y los peloponesios al rescindir el tratado de paz por treinta años que concertaron después de la toma de Eubea. Las causas y divergencias por las cuales lo rescindieron, las doy antes de empezar, para que nadie tenga que investigar un día por qué tuvo lugar entre los griegos una guerra tan grande. Creo, a saber, de acuerdo con la causa más verdadera, pero menos aparente por lo que se dice, que los atenienses, al hacerse poderosos y producir miedo a los lacedemonios, les forzaron a luchar; mientras que las explicaciones que se daban públicamente eran las que cada bando ofrecía, pretendiendo que por ellas se había quebrantado el tratado y entrado en guerra. (TUCÍDIDES, Historia de la guerra del Peloponeso, 1, 23, 24)

Los coetáneos que forman parte de un determinado acontecimiento histórico reciben una idea escrita y difundida en aras de provocar un efecto en función de unos intereses más o menos discretos. La apariencia y la manipulación responden a una necesidad de simplificar las razones con la finalidad de acelerar la preparación de los recursos necesarios en una resolución bélica. El conocimiento que podamos obtener de la Historia, por tanto, en ocasiones puede responder a la razón de las élites y de los principales estrategas, creadores de un consenso oficial - llámese propaganda - y de los polos ideológicos con los que construyen una idea del rival conveniente a sus estrategias. Cabe, por un lado, distinguir entre la Historia transcrita en las fuentes halladas, y, por otro lado, el funcionamiento, la falsabilidad, causas y sentido de las posibles apreciaciones que surgen cuando abordamos los acontecimientos históricos. Si trasladamos esta problemática a nuestro presente, veríamos cómo las razones más oficialistas dadas para justificar la guerra de Irak (expansión del mundo libre y democrático, lucha contra el terrorismo) han sido en parte contrarrestadas por la información en torno a los intereses económicos y energéticos de los “lobbies” que fundamentan su riqueza en el “petrodólar“ y en la venta de armamento militar. Por tanto, no podemos alcanzar la verdad presuponiendo que toda la información oficial - aquella que emana de la autoridad de las instituciones del Estado - es falsa y persigue un objetivo siniestro, tal y como suelen hacer los teóricos de la conspiración. Nuestro trabajo consiste sencillamente en contrastar la calidad, validez y falsabilidad de las fuentes, vengan de donde vengan. Además de las causas que nos sugiere el texto de Tucídides para explicar la guerra del Peloponeso, cabe mencionar unas pocas ideas a modo orientativo: causas políticas ( Atenas convertida en modelo y defensora de las ideas democráticas frente a los estados oligárquicos que giraban en torno a la influencia de Esparta), causas sociales (partidarios del régimen democrático, gentes del comercio y de la industria, y partidarios de las oligarquías y de la tradición, pequeños y grandes agricultores), causas económicas ( la expansión de la Liga Ático-Délica perjudicaba los intereses económicos de ciudades comerciales como Corinto, Egina o Mégara, las cuales buscarán asociarse con Esparta para socavar el poder de Atenas). Los preludios antes del estallido indican tres acontecimientos de cuya sinergia surgió el enfrentamiento armado: la guerra entre Córcira y Corinto ( una refriega entre estas dos ciudades, siendo los intereses y la influencia de Corinto en la Jonia el factor que explica las tensiones surgidas. Córcira pidió ayuda a Atenas e ingresó en la Liga, se enfrentaron con Corinto, la cual salió perjudicada de este pacto y Atenas reforzó su influencia en el occidente mediterráneo), la defección de Potidea (ciudad incluida en la Liga ateniense, a la que Atenas exigió unas medidas que Potidea - asociada con Corinto - no aceptó y recurrió a un pacto con Esparta para protegerse de la coacción. Se rebeló contra Atenas, al igual que Corinto, y así la paz era cada vez más insostenible), y el decreto contra Mégara ( Pericles solicitó dicho decreto para determinar un bloqueo mercantil a Mégara, oficialmente justificado en la explicación de que los megarenses cultivaban un campo en el recinto sagrado de Eleusis, aunque se especula que las verdaderas motivaciones de esta política ateniense eran la posesión de todo el territorio de Mégara, arrebatándolo de la órbita espartana). Este decreto dio lugar a la reunión de la Liga del Peloponeso y a las negociaciones que fueron el preámbulo de la guerra, la cual transcurrió en cuatro fases. La primera fase de la guerra del Peloponeso es la guerra arquidámica (431- 421 a.C), nombre que remite al rey espartano Arquidamo II, quien llevó a cabo la primera invasión del Ática. En primer lugar, durante el mandato de Pericles, Atenas defendió la ciudad de Platea, la cual estaba siendo atacada por los tebanos, y Esparta aprovechó la contienda para invadir a una Ática despoblada. Posteriormente, la respuesta de Demóstenes mediante la fuerza naval fue un éxito y pudo conquistar algunas ciudades Lacedemonias, y así Atenas obtuvo un balance positivo de sus primeras acciones. Pero en la primavera del 430 a. C. una extraña peste de origen desconocido asoló a Atenas, e incluso acabó con la vida de Pericles, y con la vida de un tercio de la población ateniense. Esto debilitó a la coalición de Atenas, y el signo de la guerra comenzó a cambiar. Nicias heredó el gobierno de Pericles - mostrándose más conservador - y trabajó para lograr un pacto con Esparta. Sucesivamente, tras guerras civiles en Córcira, las disensiones en Siracusa y la ocupación de Pilo, el ateniense Cleón, en un último intento de recuperar las posiciones perdidas, fue derrotado por el espartano Brásidas en el verano del año 422 a. C.
La paz de Nicias es la siguiente fase. Aquí, con Atenas diezmada y agotada por la peste y el esfuerzo de la guerra, motivó que Nicias llevase a cabo un pacto para lograr la paz. Los espartanos, por su parte, afectados por el desgaste sufrido y la crisis demográfica, también eran favorables a firmar la paz. El tratado de paz disponía de tres puntos fundamentales: atravesar, acceder y sacrificar libremente a los santuarios panhelénicos, los cuales mantendrían sus tradiciones y tesoros. Delfos y su culto tendrían autonomía judicial. Estas medidas nos hablan de cuan profundo era el deterioro que la guerra estaba produciendo en el mundo griego, tanto en la devastación de las economías y la demografía como en todo el tejido filosófico y religioso que aglutinaba los cultos, lugares y preceptos sagrados. Otro punto del tratado se refería a la devolución de ciudades, territorios y prisioneros de uno y otro frente. Y, en el último punto, se establecía que el tratado de paz tendría una duración de cincuenta años. Dicho tratado debía ser jurado solemnemente por cada una de las ciudades de forma separada. Con el paso del tiempo, las ciudades aliadas en cada bloque empezaron a manifestar el descontento. Esparta no podía satisfacer a sus aliados, dependiente de las decisiones de Atenas. A patir de aquí el equilibro aparente se vuelve otra vez amenazador. Alcibiades, un ateniense inteligente y culto como Pericles, consiguió un pacto defensivo con Argos, Mantinea y Élide, ante lo cual corintios y espartanos empezaron a preocuparse. En la batalla de Mantinea Esparta recuperó su hegemonía en la Liga del Peloponeso y una Atenas derrotada consiguió sostenerse en la habilidad diplomática de Alcibiades. Posteriormente, conquistaron la ciudad de Melos, cuyos hombres fueron ejecutados, mujeres y niños vendidos, y quinientos clerucos ocuparon parte de sus tierras.

La expedición a Sicilia - que obligó a Alcibíades a mantener frentes en su propio territorio y en Sicilia a la vez, donde los siracusanos y los espartanos derrotaron a los atenienses - dejó a Atenas en una catastrófica situación económica por causa de un malogrado esfuerzo naval y humano. La llamada guerra decélica es la última fase de la guerra, y debe su nombre a la ciudad de Decelía, la cual fue tomada por Esparta e implicaba una nueva invasión dentro de la península del Ática, y esto suponía problemas en el abastecimiento de recursos naturales para Atenas. El fracaso en Sicilia provocó gran descontento en la población, desencantada con sus líderes democráticos, quizá también con la ideología que inspiró su orden social, y, en definitiva, un signo claro de la caída de Atenas como ciudad lider del mundo Griego. Esparta asumió ese liderazgo que los atenienses habían perdido, alegando su defensa de la libertad de los griegos frente a la opresión del imperialismo de Atenas. Parece que no hay en la historia fuerza hegemónica que no legitime su papel con la argucia de la defensa de la libertad, y su superioridad política y moral respecto al rival a batir. En última instancia, la emergente influencia de Esparta en el mundo griego impuso el régimen oligárquico en las regiones de la Hélade, y el trabajo de Pericles y sus antecesores cayó entre las ruinas y la muerte de la guerra. Esparta pactó con los persas y pronto comenzaron a incitar a la insurrección en la Jonia. En el 412 a.C. Eubea, Lesbos, Quíos, Mitilene, Mileto y otras ciudades del Hellesponto iniciaron una importante insurrección, buscaron la ayuda de Esparta para liberarse del yugo ateniense, y el Gran Rey obtuvo reconocimiento en estas ciudades. Entre mayo y junio del 411 a.C. se produjo una fase de transición en la crisis ateniense debida al descontento popular y la hostilidad hacia los políticos, así como el recelo de las clases acomodadas que veían peligrar sus intereses económicos. El colegio de Próbulos empezó a trabajar en la formación de un nuevo proyecto constitucional de carácter oligárquico y el sistema democrático fue cancelado con la suspensión de las magistraturas, derogación de las pagas por las funciones públicas ejercidas, y la sustitución de la “Bulé” por un consejo asignado de forma nominal - no electivo - y con total autoridad. En principio hubo una revuelta encabezada por Terámenes, quien impulsó a los hoplitas para que se levantaran contra dicho régimen. El resultado fue la imposición de otro régimen, una democracia no radical, con una constitución “mixta” que aglutinaba preceptos oligárquicos junto con parte del ideario democrático.

Las luchas continuaron mientras Atenas profundizaba en su caída. En el 407, la flota de Alcibíades fue derrotada en la batalla naval de Notion, vencido por el espartano general Lisandro, el más grande estratega lacedemonio. El buen entendimiento - y la alianza años atrás establecida con Persia - entre Lisandro y el Rey persa Ciro causaron el fracaso definitivo de Atenas. Tras la capitulación, ciudades como Corinto y Tebas pidieron a los Espartanos la aniquilación de Atenas. Pero a Esparta le interesaba una Atenas vencida e integrada en la Liga del Peloponeso y, por supuesto, temían que la eliminación de Atenas y su exclusión del juego y de la estrategia geopolítica tuviera como consecuente el aumento del poder de Corinto. Así pues, la tradición de Esparta venció y accedió a la hegemonía política, y Atenas terminó absorbida dentro de la Liga del Peloponeso. Todo el mundo griego sufrió la derrota y pagó sus deudas con Persia, vio la irrupción de la piratería en el Egeo al desaparecer el control hasta entonces mantenido mediante la gran flota ateniense, vio la caída de la economía y del comercio, vio el debilitamiento de la demografía por las numerosas pérdidas humanas, vio la crisis moral, religiosa e ideológica. El sueño demócrata, en todo caso, cristalizó a través de los libros y de los diversos testimonios que nos han llegado. No obstante, las élites oligárquicas fueron el agente principal en la configuración del mundo clásico, desde el helenismo hasta Roma, llegando hasta la génesis de la Europa cristiana.

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